DOLOR ES MÁS DOLOR

DOLOR ES MÁS DOLOR

(22 enero 2012)

“Confieso que lloro todos los días”, es el comentario que leo en un diario de Lima esta mañana. Trato de explicarme como ser humano, si el llorar lava nuestras heridas, aunque después tengamos cicatrices. Es el discurso breve, dramático, de un padre que perdió a su hijo en una trifulca en el estadio Monumental de nuestra ciudad. Un padre que le es difícil aún mirar el pasado, porque su cielo está limitando la tranquilidad que merece. No puede explicarse cómo tiene él, interrumpiendo la naturaleza de la vida y la muerte, enterrar a su joven hijo un hincha de la Alianza Lima, equipo peruano de fútbol. No entiende él, que el dolor es más dolor, porque involucra cruelmente hasta el último retazo de nuestra piel y de nuestra alma. No entiende él, por qué acabó una vida tan temprana, un hijo promesa con un futuro maravilloso. No puede él entender, la frontera que quedó entre su corazón y su alterada visión.

La vida nos corteja, nos enamora, nos encandila cuando creemos que hemos sido el mejor padre para nuestros hijos. Nos equivocamos cuando no queremos aceptar que el comportamiento de un hijo varía casi siempre, entre su casa y la calle. De hecho este padre, sabe que el culpable de tamaña cruel acción contra su hijo, es David Sánchez-Manrique Pancorvo (“Loco David”). Otros son involucrados cercanos, y el señor Walter Oyarce padre, pide que…”hay que ser sumamente drásticos con los culpables de la muerte de su hijo”. El señor Oyarce es un padre dolido, agotado, golpeado, mutilado en su amor de padre. No ha podido resistir llorar en los feriados de finales del año 2011 que son fiestas de familia. En su caso, una familia sin el musical encanto de la sonrisa, la alegría de celebrar unidos, la luz del espíritu que acompaña nuestro futuro diferente. Es que la justicia, la sociedad no debe tener contemplación con el “loco David”, delincuente juvenil, apoyado por otro tipo de padre que está dispuesto a pagar para presentar testigos falsos e involucrar a través de la coima a jueces y abogados, con tal de redimir la grave falta de su hijo.

Walter Oyarce Delgado, es un padre que hace tiempo edita la antología del dolor, la pérdida, la pesadilla, lo imposible, para entender que de un momento, a otro se apaga la vida de un hijo amado. El señor Oyarce clama en un sublime acto de respeto a la vida, que las autoridades de nuestro país aprendan de una vez por todas a aplicar el castigo real, para solamente descansar dentro de una vida separada, desaparecida, triste como la peor poesía del amor.