LA CASA Y LA HERENCIA
(EB-31 octubre 2001)
Curioso continente el nuestro, América.; suceden interesante y complejos asuntos dignos de una crónica desesperada. Los norteamericanos construyen sus viviendas y edificios con materiales que no entiendo: se usan para ser destruidos en la llegada de un huracán, una fuerte lluvia, un tornado o las alocadas aguas del mar. Claro está que tienen una Compañía de Seguros que paga para volver a construir lo destruido, increíblemente con los mismos materiales para esperar otra tragedia natural. Eso explica como este pueblo construye para usar la “máquina para vivir”, precisamente para eso. Los norteamericanos no se apegan a la vivienda pensante que debe durar toda la vida del propietario. Son contados los casos de viviendas o edificios que se construyen en el fin que trasciendan a quienes los habitaron. Lo material de este pueblo está en el curso cotidiano de otros bienes y comodidades que brindan el confort en una sociedad consumista, pero la vivienda está aparentemente hecha para durar un tiempo.
Diferente es la situación en América Latina. La vivienda se construye con materiales más durables, preparados para resistir todo tipo de atropellos de la naturaleza y por qué no de los desaciertos del hombre mismo. Costosísima carga de años y años de trabajo, reuniendo hasta el último centavo, privaciones múltiples, todo para ver terminada la construcción. Hay casos donde son los nietos quienes terminar por ver y disfrutar la casa que ha costado tanto dinero y sacrificio levantar a sus abuelos y padres. Parece ser que dada la tradición ancestral, el respeto a nuestras culturas pasadas que tan bien desarrollaron su arquitectura ha trasmitido en nuestro continente no sólo un respeto por la vivienda en si, como un bien hereditario y permanente, sino como un ejemplo de lo que el tesón y la lucha de una familia ostenta como señal de aquellas cosas materiales y duraderas que se lograr en generaciones.
La vivienda latinoamericana debe durar, trasciende a los que la construyen y debe quedar como un bien que se hereda también de generación a generación. Por ello se construye de material noble, fuerte, y se va llenando de muebles y objetos que mantienen una carga histórico-afectiva. Existe un respeto por la vivienda en nuestros pueblos, de la misma manera en que el respeto sumado a la veneración, se hace presente en la excavación, estudio y mantenimiento de de los yacimientos arquitectónicos de nuestros antepasados. Cada objeto, así como la vivienda son monumentos, antepasados presentes, altar de juramentos, cábala de buena suerte que llegado el momento alguien decide que se debe viajar hacia una morada celestial.
Interesante conceptualización que sobre la casa tiene cada sector social en Latinoamérica. Por ejemplo, para el provinciano que llega a la ciudad capital, vive en una zona marginal, trabaja en oficios menores o modestos(vendedor, ambulante, frutero, cachinero, recolector de desechos, empleado doméstico, guardián, cobrador o controlador de microbús, etc.) pero que al alcanzar despliegue económico en un momento dado, se contagia del gusto burgués. Así imitando a éstos, alquila o compra casa en una zona de gente clase media o alta, la casa es símbolo de “status social”.
Para los “intelectuales”(artistas, arquitectos, poetas, escritores, músicos, etc.)la casa, para empezar, tiene que ser cómoda y de acuerdo a las necesidades que le exige su actividad y el núcleo social que frecuenta. Para una sector económicamente alto, la casa constituye un “símbolo de poder y solvencia”; debe ubicarse en una zona residencial, alejada del “populacho o populorum, los cholos, etc.”. En los asientos mineros, la vivienda constituye un motivo descarado de segregación socio-racial: los funcionarios y empleados están en la zona del “Staff” y la plebe, los trabajadores, los cholos en la zona popular. Mientras los primeros disfrutan de parques, jardines, casas confortables, zonas in de clubs, pup, cine, teatro, capilla, etc., los segundos se deben contentar vivir en una casa sumamente humilde….Similar segregación se vive en las haciendas azucareras, algodoneras, cafetaleras. Pero la vivienda también refleja la formación y educación de las instituciones religiosas y de las castrenses: orden, limpieza, grandes terrenos llenos de jardines con flores, pasadizos encementados, edificio que lindan entre el lujo y el confort.
La vivienda de acuerdo al material que se construye tiene también un significado socio-económico. Las más humildes están hechas de cañas. Esteras. Cartones y plásticos; subiendo la categoría, de adobe y quincha; mejor aún si se usa ladrillo y cemento; pero el nivel más alto, lo constituye el construir usando: ladrillo, cemento, piedra, mármoles, laja, madera, hormigón, lunas polarizadas, aluminio, cromados y otros materiales más contemporáneos. Desde luego esta última tiene diferentes niveles en el espacio recubiertos con enchapes de madera o cerámica, piscina, jacuzzi, invernadero, sauna, solárium, árboles, jardines y por qué no, campos de tenis, golf, fulbito, básquet u otros. El nivel bajo, construye con el material que encuentra en basurales, que su único costo está en ubicarlos. El nivel alto no social, sino cultural, valora y aprecia la textura de los materiales. Construir con adobe casi siempre es símbolo de pobreza, cuando no alcanza el dinero para participar de una mejor escala de materiales para la construcción.
En América Latina, los grupos empresariales lucran con la construcción, difundiendo la idea que el adobe y la quincha son materiales obsoletos, arcaicos. Adrede olvidan que en verano brindan frescura y en invierno, calor al interior de las habitaciones. Lo que no sucede con otros materiales considerados por ciertos interesados en el lucro, como “materiales nobles”. Se olvida nuevamente que gran parte de los edificios considerados “Patrimonio cultural de la Humanidad”, en nuestras ciudades están elaborados de adobe y quincha. Lo que sucede es que estos materiales (como todos>) requieren mantenimiento y aislamiento de tuberías que despidan chorros de agua y otros que afectan sin duda a cualquier tipo de material.
Existe también la “arquitectura de imitación” como lo han logrado las clases emergentes en varios distritos de la Gran Lima, como San Borja, Los Olivos, Comas, donde se copian estilos americanos, japoneses, incaicos y otros en una sólo vivienda, amén de los colores estridentes que se “combinan” con puertas, ventanas y fachadas sin ningún criterio estético, propio de quienes gozan de solvencia económica pero de escaso nivel cultural. Se construye imitando para “escalar” otro nivel social superior.
Punto aparte merece la decoración de la vivienda. Cuando estamos dentro de ella los objetos, olores, colores y disposición de los mismos indican los problemas o felicidad de quienes allí viven o frecuenta.-La decoración interior de la casa refleja la forma de vida, la ética, los valores, la moral, los gustos o el mal gusto, o la ausencia de gusto de quienes allí habitan.
Finalmente, volviendo a nuestro concepto inicial, los norteamericanos construyen dentro de un concepto “temporal”: donde hoy hay un edificio, mañana puede ubicarse un circo o un estacionamiento. En Latinoamérica, la construcción es sólida, trasciende al tiempo, y es un bien que heredarán los nietos. Creo que a través de la historia la idea de lo “atemporal” de la vivienda está en los espíritu que no sólo se quiere trascender como persona, sino también la obra que dejan a sus sucesores. Además, hay un concordato de la filosofía de la conservación, a la tecnología del buen uso y mantenimiento de materiales. Bajo ese principio, podemos hablar hoy urbanística e históricamente de ciudades como: Roma, París, Lima, México, Bogotá o Venecia.
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