LA VEJEZ

LA VEJEZ

Cuando se acompaña con la codicia es pervertida, viciosa, depravada, injuriosa. Cuando se ha trabajado desde temprano, tiene el frenesí que disculpa toda fantasía. Envejecemos porque el tiempo no se detiene sino que apura las agujas del reloj, y ha escondido sus propias agujas.

Envejecemos porque nos cansamos de mirar, de estimar, de repetir o porque otros de cansaron de nosotros, ya no volvieron a mirarnos, dejaron de estimarnos, porque hace tiempo olvidaron que también conocemos el amor en su mejor nivel, Entonces aprendemos sin darnos cuenta a repetir las anécdotas, las historias, los movimientos y nos llenamos de manías como exceso de sabor de nuestra propia comida.

La gente no sabe nada de nuestra vida. Hemos dejado de ser noticia. Los bancos no creen en nosotros, tampoco hacemos derroche de movimiento y descargamos nuestro desconsuelo en el silencio. Ya no se vibra como en la adolescencia, nos enredamos con nuestros propios recuerdos.

Hay la otra vejez, la que descubre, la que acusa, la que revela, la que pronostica, la que aconseja, la que confunde, la que calumnia y la que sobre todas las maldades del hombre, sigue vibrante, llena de luz para encontrarse otra vez con la sociedad que lo reconoce y lo respeta….

Enrique Bustamante
18 de julio de 2008