EL ARBOL

EL ÁRBOL

Son sus ramas como brazos, parecen abrazarnos, pero se quedan duros, estáticos, observándonos y guardándose en la savia que corre dentro. Cada marcación de recuerdo en su piel, trazado con navajas o clavos, es un dolor al fin provocado en él. Es el árbol quien cobija nuestro cansancio, nuestro aislamiento, nuestra soledad, nuestra huida del paraíso citadino, para ser una sombriílla, un paraguas o nuestra vivienda. Es una alcoba vacía que ningún muro protege, pero sentimos bajo de él que nos protege. En el mejor de los casos nos ayuda a decidir lo que queremos ser en el futuro cercano. Del árbol no importa su tamaño, color, textura o amplitud. Tampoco importa sus hojas que alegres danzan en verano y primavera, y se entristecen en invierno, para volar por nuestros techos en otoño.

Nacen débiles como nosotros, pero fortalecen su estirpe en el correr del tiempo y anochecen, amanecen y madrugan para decirnos que son el mejor ejemplo de vida. Están de pie, como enseñándonos que nunca debemos caer de rodillas.Sus ramas y sus hojas multiplican el sonido para inspirándonos, crear los más extraños instrumentos y llevarlos a la música. Tocando sus raíces, cubiertas antes de tierra, sabemos que su caída es inflexible, que el dolor lo ataca y destruye, que los años como a nosotros, marcan su declive inminente. Fueron al inicio de nuestra generación homínido, crearon nuestra vivienda y un día cubren nuestro cuerpo yacente al final de nuestra vida. Sirven para depositarnos en él en una silla, tomar nuestros alimentos en una mesa, descansar en una cama, guardar nuestros preciados objetos, cuidar cual guardianes nuestras casas, nuestra ropa, nuestras joyas…..es utilitario y duradero. El árbol suntuoso, brillante, renombrado, asistencial, presagiante, elevado, pasional, festivo siempre sigue siendo árbol, savia, sombra, reposo…..

Enrique Bustamante
18 de julio de 2008