¿SÓLO ES EL MOMENTO?
(EB-8 marzo 2012)
Estoy escuchando música. Esa que llega al alma y te invita a desnudarte ante al sonido para saber que aún existes. La que ajena a lo que sucede alrededor te obsequia una burbuja impenetrable, donde lo personal, lo que se vive es rico en experiencias antes ya logradas.
Estoy pegado al ritmo y las palabras. No importa la lengua: francés, italiano, latín o español para disfrutar a través de mis sentidos de lo que es la melodía, la armonía y el ritmo en hermanado festín de estética musical. Nadie puede entender que traspasando los poros de mi piel, hay regiones inaccesibles, impenetrables donde sólo lo bello, lo conmovedor, lo enigmático, lo hábil puede llegar y trasparentar mi mente y mi alma para disfrutar de lo maravilloso.
Ahora estoy contestando al sonido de ese acordeón y la melodía tanguera un murmullo cercano a ese Buenos Aires de la falda cortada y el sombrero ladeado. Las piernas al compás de manos y pies en una catarata de movimiento elegantes y placenteros. No existe agonía sino hasta el final cuando el sonido se apaga y los cuerpos sumergidos en su propio mundo, ahora solitarios, apartados, pero no por ello profundos, besan el pañuelo que antes enjugó el sudor.
Simiente de amor es deslizar los dedos sobre el teclado del piano y marcialmente conducirme puede hasta la orilla de ese mar de aguas cristalinas en el Mediterráneo. Mis desorbitados ojos parecen sentir hasta el aroma de la gracia premeditada de tantos años guardada por mi mente. Siento fraccionar mi conciencia para elevándome en éxtasis piadoso, logro con mi mano derecha hacer un movimiento en el aire como llamando o invitando a continuar el sueño.
Estoy escuchando música de la buena, del Mozart que conocí cuando yo era joven. De esas formas musicales que arrastran una melodía con la pureza de la primera vez. Es refugio de nuestros sueños más preciados, el cuento más hermoso que no contó mamá, el más imprudente deseo en la tempestad del éxito. Y los violines repiten la melodía para recordarnos que las aguas se mecen en el lago llevando nuestra barca a mejor deriva.
Estoy escuchando música, y concluyo que no existe tiempo pasado mejor, si aún podemos disfrutar de los eternos, los músicos, los artistas, los creativos que nos brindan el placer de tener lo suyo allí, siempre, no para adivinarlo, sino para encontrarlo, sentirlo, disfrutarlo, invitarlo.
Estoy escuchando música y sigo maravillándome hoy.
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