DEL COLOR Y OTRAS VIVENCIAS
(EB-18 de abril de 2009)
Alguien dijo “el color es lo más sagrado de las cosas visibles”, y debo añadir que es lo más característico de cualquier objeto, persona o material. Recordando el disco cromático de Isaac Newton, hemos aceptado que es indiscutible su teoría científica. La verdad es que en las personas que usamos el color para nuestro trabajo, lo tenemos dentro de nosotros. Es decir, está en nuestra retina y en nuestra sensibilidad. El color tiene tono, sabor, olor, sonido, y desde luego lo tocamos a cada instante, cuando tocamos las muchas cosas que nos rodean. Hablar del color no es repetir las teorías propias de su interpretación y entendimiento, sino disfrutar de él, como quien disfruta de un helado, un chocolate o una sabrosa bebida.
Alguna vez debemos imaginar ¿qué sería del mundo si no tuviera color? Árboles incoloros, también casas, autos, paisajes, vestidos, nuestra piel, el cabello, los edificios por dentro y por fuera, los uniformes. No existiría el maquillaje, el rouge, los delineadores, el esmalte para las uñas, tampoco la ropa de playa, los trajes de noche, las joyas, nuestras mascotas, adiós vacaciones, lugares turísticos, playas, centros comerciales…..sería un mundo para llorar eternamente.
El color es vital. Alegra nuestra vida, desafía con sus millones de tonos la visión del espectador, agudiza nuestros sentidos, se combina muy bien en una puesta de sol, en una noche de luna, en una fiesta de cumpleaños, en navidad, y también en año nuevo y el día de San Valentín.
Por eso será que el Creador hizo el día y la noche…y con los siglos desde las cuevas de la prehistoria el hombre empezó a buscar la luz en el fuego, las antorchas, las velas, y los focos. Y cuando llegó la primera noche, ese hombre temeroso se ocultó en su cueva y no quiso arriesgar sus temores, ni sus ansias, ni sus sueños…simplemente olvidó.
Así hemos olvidado cuánto de maravilloso nos regala nuestro planeta, que lo seguimos destruyendo, depredando, incendiando, atorando, ensuciando, desparramando en él nuestras miserias, nuestras cuerdas destempladas cuando perdimos el ritmo del génesis.
Nos hace falta un nuevo predicador, que nos recuerde pacientemente, cuánto ganaríamos como usuarios de nuestro planeta, si disfrutamos de cada cosa. Para empezar, el color que existe y tiñe de alegría cada mañana, cada despertar, cuando el sol dicen “sale para todos.”
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