(EB-28 de marzo de 2009)
Asistir cumpliendo una invitación, a un grupo religioso que no es el nuestro, nunca lo veré mal. Posiblemente las autoridades conservadoras de mi credo, no piensen igual, pero el tiempo, las amistades y la experiencia me indica que no hay nada que satisfaga tanto a una persona, que cuando nos invitan a sus culto y respetuosamente asistimos a ellos.
Hace varios domingos sucedió algo así en mi vida. Un joven amigo y colaborador y su esposa me invitaron a que los acompañara a una ceremonia en la cual ofrecían a Dios, su recién nacido hijo. Los vi emocionados, contentos, haciendo los preparativos, y eso me contagió a mí también. Por ello enrumbé en taxi al lugar, llegué un ostentoso hotel de San isidro, antes de las 10 de la mañana, formalito, vestido sport elegante y dispuesto a participar de tan importante ofrecimiento.
Ya dentro, el pastor se me acercó a saludar con educación bonaerense. Se veía muy querido por sus feligreses, y conversaba de tú y vos con todos ellos, guardando las distancias con las personas mayores. Cada cierto tiempo, cuando se abría la puerta del salón donde nos reuniríamos después, se escuchaba unos alaridos de un grupo rockero a todo volumen. Un jovencito amable se acercó a ofrecernos caramelos en una bandeja. Al rato otro joven vino con tablilla y lapicero a pedirme que llene una ficha de inscripción, a lo que me negué educadamente.
Me encontré con una hermosa exalumna, con la cual conversé un buen rato. Me dijo contestando a mi pregunta, que había pasado por otros grupos religiosos, y que aquí encontró algo diferente que la acerca más a Dios. Entonces ya había transcurrido más de 30 minutos a la espera de mis amigos, y estos no llegaban. Invitado a ingresar al Salón, fui abordado por una señorita que me pedía que llenara la ficha ofrecida anteriormente a mi persona…me disculpé y le expliqué que mi credo es otro y que asistía a un actividad religioso-social invitado, lo que sin duda lo entendió perfectamente.
El Salón tenía bancas como otros templos. Unas breves palabras de una linda chica en el escenario y empezó una torturante griterío de música rock, mientras los creyentes levantaban los brazos, gritaban entusiasmados, abrazaban y decían frases al vecino, y se veían bastante alegres y normales. Sólo pude soportar dos canciones, porque abandoné el lugar, apenado de no ver a mis amigos y su retoño.
Ya en la calle, caminando sin destino, pude meditar largo rato y todo el día acerca de la experiencia vivida. He asistido a todo tipo de templos, de las religiones más extrañas. He visto que todos los grupos tienen cosas en común, o que copian unos de otros. Compartimos muchos objetos de oriente en nuestros altares o muros principales. Generalmente, siempre hay alguien que toma la batuta y dirige al grupo, o se la ingenian para preparar entre los fieles a los que asumen el papel de acólitos, recepción de diezmo o limosna, atención a los participantes, etc.
Pero sincerándome con ustedes, no me gusta la teatralización de la liturgia en ningún grupo religioso. Menos gritos, movimientos. Expresiones exteriores, que me inducen a pensar que algo está mal en la cabeza de la gente creyente. He meditado sobre el fanatismo, la libertad que tienen algunos grupos, la manera de sacarles hasta el último diezmo al rico y al pobre de manera descarada. El cargarle a los fieles la donación o compra del terreno, construcción del templo, de la escuela, la residencia para los religiosos, los gastos de luz, flores, alquileres varios…y lo más grave es usando los textos religiosos para a su capricho convencer a la gente.
He observado la riqueza ostentosa y descarada con que viven muchos de los que predican sin escrúpulos en el ejemplo, mientras sus fieles se sienten pecadores, basura humana, frente a las palabras precisas que buscan para hacerlos sentir así. Sin duda también están los otros: los que abren los comedores para niños y gente pobre, los que ayudan a los ancianos, los que trabajan con jóvenes universitarios haciendo tareas desde educativas hasta laborales,….y si la soberbia, la vanidad, el vanagloriarse están ajenas y ausentes….aplausos.
Sin duda que vivimos tiempos totalmente diferentes. El tocar la puerta del vecino para cambiarlo de fe, sin ningún reparo ni respeto, a cualquier hora del día y la noche. Invitarte a un hotel suntuoso para hacerte creer que puedes alcanzar el nivel de la gente que capta tus sentimientos y tu mucha o poca fortuna. El usarte para trabajar a cambio de palabras y no de dinero, en una época donde el dinero es tan importante para continuar la vida misma.
Como observé en Panamá, Puerto Rico y Estados Unidos en los años ’70, ahora en Latinoamérica toda y en el Perú en particular encontramos las iglesias, templos o Salones con nombres tan extraños. Grupos y grupillos de creyentes que deportivamente van cambiando de pastor o sacerdote con la velocidad de un maratonista. Asumo que esta desorganización de las creencias, es resultado de la inseguridad, la ausencia de valores, el mal ejemplo, la falta de madurez, y desde luego la carencia total de nivel cultural. Las personas debemos estar seguras de nuestras creencias religiosas, patrióticas, laborales, profesionales, familiares, etc.….es la única manera que salimos adelante…es la única forma que el hombre civilizado alcanza la dignidad como tal.
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