Intercedieron por ellos
mientras la sociedad los rechazó
el marisma aéreo de sus sueños
los saturó hasta el cansancio.
Su sed se hizo gigante
sus brazos juntos proclamaron la paz
con la rapiña de las gentes
gritándoles el silencio de sus miradas
helenísticos, romanescos,
arabescos
que ellos no comprendieron al fin.
Maniobraron,
la carroña de los años
transportó a la incomprensión de los muchos
a la indiferencia de los otros.
Los trabajadores estaban allí
en el cotidiano refrigerio de la miseria
bebiendo de sus jarros
el kilómetro amargo de su justicia
que ya no llegó.
Enrique Bustamante
( Lima, 10.Febrero.’77)
mientras la sociedad los rechazó
el marisma aéreo de sus sueños
los saturó hasta el cansancio.
Su sed se hizo gigante
sus brazos juntos proclamaron la paz
con la rapiña de las gentes
gritándoles el silencio de sus miradas
helenísticos, romanescos,
arabescos
que ellos no comprendieron al fin.
Maniobraron,
la carroña de los años
transportó a la incomprensión de los muchos
a la indiferencia de los otros.
Los trabajadores estaban allí
en el cotidiano refrigerio de la miseria
bebiendo de sus jarros
el kilómetro amargo de su justicia
que ya no llegó.
Enrique Bustamante
( Lima, 10.Febrero.’77)
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