ESTILO E IMITACIÓN
(EB-
19 de abril de 2012)
En
la antigua Grecia, se rendía culto a Dionisos “dios del vino”, a través de un
encuentro grupal en el teatro. El evento era llamado “Komos”, y los actores que
fueron en aumento a través de la historia, usaban máscaras con los rasgos
definidos del personaje que representaban. Usaban túnicas largas de color
marrón, naranja o blanco, y lo interesante, que para ser apreciados desde las
graderías, se ponían zapatos de plataformas altas llamados “coturnos”. Interpretaban
a seres mitológicos, dioses, y seres humanos con defectos y virtudes. Creaban a
su personaje gracias a los escritos de
los autores del género.
La
tradición siguió a través de los siglos en la Europa occidental, como en
oriente. El teatro siempre será una manera de sentir que estamos en el lugar,
en un momento histórico, disfrutando o rechazando las virtudes o defectos del
hombre. Los actores durante años trabajan su “estilo” y asumiendo roles
diferentes de personajes, logran calificarse en un momento como artistas del
teatro.
En
la misma época de los griegos, la Academia de Bellas Artes, preparaba a los
jóvenes escultores, pintores y arquitectos para desarrollar sus proyectos con
talento, empatía y trascendencia. Gracias a lo exitoso de de la preparación,
hoy podemos disfrutar del Partenón, Venus de Milo, o los vasos decorados. Esta
tradición continuó y en Roma, la vocación por las artes en general, logró
exquisitos resultados concentrados en Roma como ciudad principal. El Coliseo,
los Arcos del triunfo, las estatuas ecuestres, los retratos de personajes, etc,
son evidente y objetiva manera de enseñar y aprender el arte.
El
arte de la danza, tuvo su mejor expresión durante el período del renacimiento.
Se contaba ya con maestros y academias donde se preparaba a los bailarines para
tan difícil y placentero arte del ballet. El bello canto igualmente tenía y aún
tiene, una finalidad de relación y encuentro entre el interesado y los
escuchas.
Digo
todo esto a propósito de un programa de nuestra lamentable y copista televisión
nacional, en un canal del medio. El programa en mención se llama “Yo soy”. Un
cómico, una artista farandulera y un
ilustre desconocido asumen el papel de “jurado”. El postulante a un
premio pecuniario, debe “imitar” a una figura conocida del canto internacional y
en el género musical que desee. Debe imitarlo en sus gestos, su voz, su ropa,
maquillaje y otros. O sea, debe perder su identidad totalmente para ser alguien
que ostenta en el medio artístico un prestigio. Debe pasar de la subjetividad
de su talento, a la objetividad de la burda imitación del personaje
seleccionado. Debe convertir la realidad de su talento personal (y los hay
muchísimos en todo el territorio peruano), en una representación obligada de
quien imita.
La
pregunta es…¿Qué será del participante cuando luego de haber aprendido la
canción que repetirá hasta el cansancio para “ser quien no debiera ser”? Cómo
hará para seguir desarrollando una carrera como cantante si jamás lo inducen a
crear su propio estilo, sin clonar a nadie. Un estudiante de bellas artes no
llega a ser profesional copiando a los grandes pintores. ¿Por qué un concursante deseoso de hacerse conocido,
tiene que imitar burdamente sin distinguir ni aportar su propio estilo, su
manera personal de ser?
Es
lamentable que al imitar programas cuya tendencia va hacia otros planes
psicológicos y profesionales, nuestra televisión decadente y copista lo aplique a su temperamento de seudo
creatividad, y a la ausencia total de inteligencia válida.
Qué
maravilloso sería que tantos participantes en el concurso, puedan encontrar
otras salidas, y que paralelo a su trabajo o estudio, disfruten de profesores de voz, desarrollo de su personalidad,
maestría escénica, pero especialmente, maestros que conservando su identidad los
conviertan en los artistas del canto que sueñan ser, sin desmitificar su
verdadero sueño.
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