LA OTRA NAVIDAD
(EB-12 diciembre 2011)
En la vida pasamos por muchas experiencias. Algunas dejan la alegría del deber cumplido. Otras, quisiéramos que nunca se repitan, porque dejan la amargura de haberlas vivido. Marcan la soledad del silencio en un mundo que no quisiéramos conocer, para no alterar nuestros sentidos. (Hoy tuve esa experiencia. La otra cara de la moneda, lo que parece como lejano, pero que puede convertirse en una realidad en cada uno de nosotros): visité el Asilo de Ancianos “San Vicente de Paul”, en la cuadra 15 del jirón Ancash en el Cercado de Lima.
Asistí con profesores, alumnos y madres de familia del colegio peruano-francés André Malraux, donde trabajo. Nuestra misión fue brindar horas de felicidad y alegría a tantos adultos mayores, abandonados en su mayoría por la propia familia. Llegamos a media mañana del lunes 12 de diciembre, y disfrutamos del encuentro hasta pasado medio día. Luego la felicidad fue lo que quedó en la sonrisa de los ancianos, y en el corazón de los visitantes. Nos dimos cuenta que era otra navidad. Una manera diferente de llegar y recordar el nacimiento de Jesús, abriendo nuestro corazón a experiencia nueva, gratificante, encantadora y silenciosa. Cantamos, actuamos, hicimos música, compartimos panetón y un emoliente tibio. Esto último, permitió que cada cual regresara a casa con el corazón partido, y feliz de haber acompañado a los ancianos.
Hoy es otro día. La fiesta de navidad está cercana, tradicional, colorida, bulliciosa. Estamos decidiendo la manera y las formas protocolares de esta fiesta familiar. Hacemos una síntesis entre el yo interior secreto y el exterior público. Buscamos la técnica más sabia para la fantasía que significa navidad. Salimos a los comercios y compramos con desesperación para halagar a unos y otros. Ni nosotros sabemos que esas compras se hacen por amor, o para dar a entender que estamos en una excelente situación económica. Pero siempre obsequiamos a los seres que están próximos, cerca a nosotros. No hemos vivido la experiencia de regalar al que estando lejos, no espera a nadie, ni conoce de una sonrisa, ni un regalo por navidad.
Observé en el Asilo “San Vicente de Paul”, que tienen médicos, enfermeros, psicóloga, guardianes. Pero además los ancianos varones y damas, están bien vestidos, con buen calzado y aseados. Es como ver mi retrato con los trazos de una vida mejor, pero también en el mismo camino por la edad. Es un documento revelador, el retrato que nunca he pintado. Porque de hacerlo no lograré la expresividad del rostro de estos ancianos, a pesar que el material que use será siempre acrílico. A lo mejor al término del mismo, descubriré el verdadero retrato. El que destaca en un fondo de color lleno de pájaros y flores, pero un rostro simbólico, donde el amor vive, pero la ancianidad es el espejo real de lo que es llegar a viejo.
Podré expresar en ese retrato la presencia de mi carácter, lo que brota de mi alma, mis pensamientos lúcidos, mis guardados secretos, la impresión única de una vida dedicada al arte y la docencia. Podré descubrir las tonalidades más sugestivas, la descripción detallada de mis años vividos, el testimonio del color como parte importante de mis días, mis gafas redondas que me recuerda a Pío XII o a John Lennon.
Fijaré en ese retrato mi estilo personal, inconfundible, y esperaré que alguien(a lo mejor tú) puedas abriendo los brazos, decirme que hay una manera de terminar la vida sin vanidad, sin la crueldad del abandono, sin la espera que desespera, sin los trastornos fingidos de la caridad mal aplicada, y trataré de parecerme más a ti que a mi como modelo.
A partir de ayer vivo “La otra navidad”, liberado de deficiencias psíquicas personales, liberado del egoísmo que en cierta dosis todos poseemos, consagrando mi mente a desear lo mejor para quienes están en un rincón del asilo u hospital, abandonados a su suerte. Aprenderé una vez más a comulgar con la etapa final de la vida, a entender que hay semejantes que esperan, y jamás conocerán la primavera del amor cercano.
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