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miércoles, 11 de septiembre de 2019

LA HISTORIA NO DEBE ESCRIBIRSE CON SANGRE









LA HISTORIA NO DEBE ESCRIBIRSE CON SANGRE




ARTHUR GHUKASIAN, se llama el periodista armenio que dirige un importante periódico en España. Hace unos días me pidió escribiera un artículo sobre el “genocidio” del pueblo armenio por los turcos otomanos en el siglo XIX. Aproximadamente 3 millones de ellos fueron sacrificados con diferente tipo de torturas. El año próximo se celebrará en el mundo un importante aniversario de este capítulo de la historia  de esta etnia cristiana. 


Para mayor información de mi artículo pueden leer aqui debajo el articulo o ingresar a: La historia no debe escribirse con sangre — VegaMediaPress | Noticias de Murcia



En los tumultos deshumanizados del hombre, en el deambular permanente por desacralizar  a los otros hombres, parece ser que no aprendemos de la historia, las muchas ventanas que se abren para mostrarnos masacres, violaciones, muerte, deportación, castigos severos, violencia extrema y dolorosa destrucción del núcleo familiar escritos con sangre y desesperado dolor, en diferentes partes de nuestro planeta.



Hoy mejores vientos nos devuelven el respeto por la dignidad humana, una casa donde podamos vivir todos, un pan de cada día, y por qué no un abrazo con la esperanza de respetarnos los unos y los otros.



Todo esto, a propósito de conmemoraremos el próximo año, el genocidio armenio. Conocido también como “holocausto”. Entre 1915 y 1923 el pueblo armenio (cerca de dos millones de personas) fue cruelmente perseguido, maltratado, deportado, exterminado, durante el gobierno de los jóvenes turcos en el llamado Imperio Otomano. 



La República de Armenia, es un país del Cáucaso Sur y sin salida al mar. Hoy comparte frontera con Turquía y sigue siendo un estado unitario, multipartidista y en permanente proceso de democratización. Es un país transcontinental porque se sitúa en un lugar clave entre Europa y Asia. Siempre ha poseído y aún posee un rico patrimonio cultural.



Para sus enemigos, su fe cristiana que desempeña hasta hoy un papel importante en su historia y en su identidad, fue una de las causas de la persecución. De esta manera la etnia armenia inició su viacrucis cuando el 24 de abril de l915 fueron arrestados sus intelectuales por las autoridades otomanas, Razón suficiente para recordar cada 24 de abril el “Día del genocidio armenio”



Los armenios prisioneros, fueron obligados a realizar marchas forzadas en condiciones extremas, lo que diezmó la población. Privados de la posibilidad de cargar medios para su elemental subsistencia, marcharon cientos de kilómetros a través de desiertos inhóspitos y territorios agrestes, siendo víctimas de hambre, sed y privaciones varias. Más aún, los sobrevivientes fueron robados, violados por los guardias que en vez de protegerlos combinaron sus atropellos con asesinos y maleantes en el trayecto hacia una tierra inexistente. Una tierra oscura como una permanente celda que castigará por el resto de sus días, el sólo hecho de ser armenio. Sin una voz rebelde que levante el grito para defenderse, sin una comunidad internacional que encuentre el amparo y la redención de este pueblo de seres humanos como nosotros.



Este capítulo nefasto de nuestra historia está considerado el “primer genocidio moderno” y muchos países del mundo creen que efectivamente fue  “genocidio” este nefasto capítulo del siglo XIX. Hoy 42 estados de los Estados Unidos de Norteamérica reconocen oficialmente y de forma abierta el genocidio armenio. Las artes visuales (cine, arquitectura, escultura, pintura, teatro) y las auditivas (música) entre otras, nos recuerdan  este sufrimiento innecesario de este pueblo, a la vez que  demuestran en sus expresiones, coloquial empatía.



Fue  necesario dos siglos después, que las naciones libres del mundo reconozcan como “Nación leal” al pueblo armenio porque nos enseñó a vivir en armonía con otros grupos étnicos,  como lo hizo con los del Imperio Otomano de entonces a pesar de la crueldad y el maltrato sufrido.



Pero también es importante, no poner palancas al desarrollo de las comunidades diversas en un mundo civilizado de hoy. Que nuestras manos sirvan para abrigar y no para castigar. Que acompañemos logros en la ciencia, la tecnología y tantas expresiones civilizadas para hacernos responsable de nuestra magnitud como seres humanos de paz. Solo así los acuerdos entre naciones libres y soberanas, permitirán la continuidad del respeto, la solidaridad y el bienestar de todas las etnias del mundo.


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