A PROPÓSITO
DE LA NAVIDAD
(EB-25 diciembre 2011)
Muchas veces cuando nuestros
hijos están creciendo nos preguntamos el por qué de su conducta, tan ajena a
nuestra supuesta buena enseñanza. No entendemos de dónde salen tan insanos
propósitos de un comportamiento agresivo, pedante, soberbio, nada emotivo. La
razón de ese propósito está en “pequeños detalles” que no tomamos en cuenta.
A propósito de la reciente
fecha de Navidad, debemos entender primero que es una fiesta cristiana donde celebramos
el nacimiento de Jesús, y segundo, que es el tiempo de dar y no esperar
recibir. Nos damos, cuando regalamos a alguien lo que nos place y le gustará a
quien lo recibe. El dar nos hace más reales ante los demás. Nos hace grande
frente a la alegría de quien lo recibe. Nos retrata como persona bondadosa ante
el obsequiado. Es un lindo gesto, pero no es un gesto cristiano.
Cristiano es, hacer felices
a los que nada tienen, compartir momentos de felicidad para los que nadie se
acuerda de ellos, pensar y actuar en beneficio de los marginados, los
olvidados, nos necesitados. Eso es netamente cristiano. Lo demás es manejo
tonto del “consumismo” en la mente de los que se sienten importantes cuando
regalan.
Esos hijos que crecen
creyendo que todo lo merecen, que cada regalo es un reconocimiento a su
talento, aún cuando lamentablemente no lo tiene. Esos que exigen que se les
compre tal o cual regalo aún sin consultar el bolsillo de sus padres, son los
futuros padres de familia soberbios, altaneros, déspotas que seguirán destruyendo
la conciencia de otros, después de haber destruido la propia.
Frente a esos hijos, están
los padres-juguete. Los que engañan a sus hijos haciéndoles creer que disfrutan
de una excelente economía para comprar todo lo que la imaginación del hijo desee
y sueñe. Están los padres que abruman de regalos al niño, sin medir el abuso de
las tarjetas de crédito y un pago que seguramente se extenderá en cuotas hasta
la próxima navidad. Y están los padres que compran a sus hijos caprichosos para
evitar se molesten o resientan. O sea, padres que vienen siendo manipulados por
los hijos quienes crecen con una idea equivocada del estatus socio-económico de
la familia, y que en el futuro marcará grandes y terribles decepciones en su
cerebro, al descubrir la verdad.
Abrumar de regalos a los
hijos en la fiesta de navidad, no enseñarles el compartir, hacerlos personajes
más que importantes de la fecha, olvidando muchas veces al hijo de la empleada,
nana o miembro del personal de servicio de nuestra casa, es grave. Allí nacen
los resentimientos sociales, los delincuentes juveniles, los asesinos en serie,
los enérgicos protestantes contra el sistema, los drogadictos y alcohólicos.
Allí se gestan las personalidades más extremas, los más creídos personajes de
la sociedad, los más resentidos e incontenibles torrentes de complejidad
social.
El dicho “más sabe el diablo
por viejo, que por diablo” se acepta aquí por los años que vengo observando las
costumbres que ahora comento. Cada vez es más exagerado el “amor regalón” de padres
a hijos. Y cada vez son más los hijos que exigen, exigen y no valoran lo que se
les brinda. Un regalo debe venir acompañado de una lección de conducta
apropiada, de un concepto de bien, de una sana correspondencia del homenajeado.
Asumo que la navidad 2013,
no traerá vaticinios del apocalipsis del planeta, porque suficiente apocalipsis
tenemos con el tema que hoy escribo. Como alguien dice por allí “el cielo y el
infierno están aquí”, y que infierno es el que le tocará vivir a los padres
regaladores, engreídores, supeditados a los caprichos de sus hijos desde niños
por temores infundados,
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