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miércoles, 22 de enero de 2020

LA HIGUERA









LA HIGUERA






Ficus carica o higuera, es un árbol pequeño o un arbusto de la familia de las moráceas. Árbol frutal de hasta 8 mts de altura, madera muy blanda, hojas verdes y grandes, que desprenden una leche urticante; su fruto comestible es el higo. Es una de las especies más característica del Mediterráneo y tiene propiedades curativas. Precisamente 4, 500 años AC los egipcios ya la recolectaban como observamos en los jeroglíficos de sus monumentos funerarios. 



En el Antiguo Testamento se lee su nombre como referencia a uno de los árboles de la abundancia de la Tierra Prometida. También se cuenta que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso y cubrieron su “vergüenza” con una hoja de higuera.



Pero esos son los datos científicos, históricos y religiosos de la higuera. Es decir es la historia real de la misma.



Ahora viene a mi memoria la higuera que hay en un lugar donde trabajo. En medio del frondoso jardín se levanta orgullosa una higuera. La he visto cuando llegué allí, y ahora que cumplí 22 años de frecuentar el sitio. La he visto desnuda en invierno y revestida de verdes y grandes hojas en la estación cálida del año escolar. Su tronco es como un cuerpo humano y sus ramas tienen la furia del laberinto que produce sus direcciones. La he visto  sollozando en nefastos acontecimiento de la vida de la institución y la he visto alegre y cubierta de escarchados sueños, en momentos mejores.



La he visto querer alcanzar el cielo con sus hojas, y danzar en las hermosos mediodías de la escuela. También la he sentido despertar en las mañanas cuando llego y alivia el escultórico esplendor de sus partes.



Pero no hay mejor época para lucir su belleza, que bajo el sol de setiembre cuando muere la tarde. Así me retiro del lugar, le sonrío, y camino entre el verde pasto que la rodea para hacerla entender que al siguiente día estaremos juntos otra vez para sonreírle a la vida. Parece mentira que ella arranca un pedazo  de mi tiempo para apreciarla con dulzura, y me obliga a redescubrir las hojas que van encontrándose en sus ramas alegres.



Últimamente, la he observado y la veo cubrirse de sombras, fatigada por la calidez de nuestro encuentro que procuro exprese el musical y mágico secreto que la higuera y yo guardamos hace años. 



Ahora la veo triste. Parece que esperara un soplo de vida para tener la seguridad de florecer en primavera y desnudarse en otoño. Hay veces me da la impresión que sólo se nutre del rocío de la mañana para no ensuciar el suelo donde le levanta altiva. Tengo la sensación que la variación permanente del clima la desubican constantemente, aunque escuche cercanamente a los muchachos jugando y murmurando sus más hermosos cuentos.



Como debe permanecer inmóvil, sus raíces se entierran en la calidez terrosa de la zona. De querer caminar a otros lugares, la naturaleza le hubiera regalado pies como a nosotros los humanos. Por eso permanece allí, idolatrando la belleza de mi taller, timoneando las temporadas donde se viste y se desviste con sus mejores galas.



Sentado en mi escritorio, veo el verdor que transcurre en su vida, y agradezco al cielo haberla conocido. La higuera y yo somos silenciosos amigos que nos miramos por siempre, por los siglos de los siglos….




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