RECUERDOS DE UN ESTUDIANTE
(EB-6
julio 2012)
Hoy es un día de
recuerdos. De los maestros que en primaria, secundaria y universidad marcaron
mi destino. No mi personalidad, porque siempre he sido y aún soy: metódico,
temperamental, sensible, paternal, amigo. Pero hicieron mucho para formarme con
la independencia y seguridad que expreso en mis actos, mis pinturas, mis
escritos.
Aprendí a ver la
hora gracias al profesor Francisco Rosado en primaria. Era rígido, serio,
exigente. Rara vez sonreía, y siempre estaba vestido con terno de dos piezas y
colores sobrios. Era oriundo de algún lugar de la sierra nuestra, y encaminaba
a sus alumnos con el cuidado apropiado para ganar y no perder en la vida. No
puedo olvidar a Elsa Corzo, hermosa maestra que después a los años llegó a ser
mi alumna en un Taller de Batik. Estaba igual de hermosa, delicada, elegante y
sonriente. Parece que el tiempo no había pasado por ella, y su dulzura generó
un espíritu de bondad en mi formación.
Luego en secundaria,
mi profesor de inglés y amigo personal era Juan Luis Orrego Contreras, de
Literatura Eynar Pereyra Salas, de
Historia Moisés León Paytán, de Física y Química Gonzalo Mayorga Figueroa, y
maestro tutor el Dr. Aurelio Del Corral Salcedo. Cada cual con sus cualidades
preferentes, su personal manera de ser. La elegancia de Orrego, la sensibilidad
de Pereyra, los conocimientos de León y Mayorga y el gran perfil en el campo de
la pedagogía de Del Corral.
Fue una etapa
que me formó en el campo del periodismo como corresponsal escolar ante los
diarios La Prensa y El Comercio de Lima. En mis actividades dramáticas con
Flavio López Solórzano y Marcelo Damonte. Moral y éticamente estaba siempre
Aurelio Del Corral, y religiosamente los padres jesuitas de mi parroquia.
Después llegaría a la Escuela de Artes Plásticas de la PUCP y allí encontré los
consejos profesionales del vitralista Adolfo Winternitzel pintor Fernando de
Szyszlo, el sacerdote P. Eduardo Pitcher, el enviado de la UNESCO Andrés Osze, el
grabador Alberto Tello Montalvo, el escultor Miguel Baca Rossi y otros.
Hoy cuando la
única cerrera que me queda es la que sostengo con el tiempo, los recuerdo con
agradecimiento y cariño. Eran grandes en sus conocimientos y mucho más grandes
en mis afectos. Trabajaban en lo suyo, lo que me sirvió hasta hoy para hacer lo
mismo recordándolos, imitándolos, contentándolos desde aquí, porque muchos de
ellos ya no están, descansan en la Casa del Amor de los Amores.
Siempre busqué
la entrega a la actividad del momento. No me importó la presión propia de las tareas
de un estudiante y las divertidas
actividades de moda de la juventud de la época. Aún recuerdo paralelamente el
respeto con el que se asistía a una fiesta. Terno y corbata obligado. Permiso a
la chica para bailar. Tomarse un par de tragos en el parque de la esquina para
hacerse de fuerza y actuar de manera natural en el evento. Y cómo se llegaba a
mayoría de edad a los 21 años. Entonces empezabas a ser un hombre con el
respeto de los mayores y el orgullo de papá.
El tiempo ha ido
como acomodando las costumbres, las modas, los usos, los desusos, la
tecnología, las manifestaciones positivas y negativas de una sociedad siempre
en cambio. He podido vivirlas a través de las generaciones de niños y jóvenes
que me ha tocado educar. No me ha llamado la atención los piercens, los
tatuajes, los cortes o ausencias de cabello, las ropas raras, los pantalones
caídos, los ombligos al destape. La música estridente, las manifestaciones
fuera del closet, el giro de la vida de un ser humano de manera casi cinematográfica.
Me agrada vivir
siempre el futuro, y me apasiona recordar lo pasado. Dice “recordar es vivir”,
pero una vez que acaban los recuerdos, quiero seguir viviendo en el futuro que
representan ustedes, la generación que nunc a concluye, nunca acaba, nunca se
agota…
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