EL TIEMPO
Parecía que
estaba todo ordenado para que se detuviera. Que iba utilizar parte del
transcurrir, sin angustias ni
movimientos flexibles. Era cierto que sería progresivo, pero evitaría la
claustrofobia, el encerramiento, la sensación de que cada día vamos perdiendo
mucho de sí y muchísimo de los demás. Nada se ha modificado, por el contrario,
va muriendo de a pocos en nuestro cuerpo y en muchos casos en el pensamiento y en
nuestra espiritualidad. En estos últimos años siento como que lo que nos rodea
se va deshumanizando poco a poco. Como que olvidamos la eficacia que hace en
nuestra depresión ver que estamos envejeciendo.
Hay que
envejecer con dignidad nos repiten en un coro de armoniosas voces. Somos un
equipo que damos el ejemplo a las generaciones que nos siguen, dicen. Pero
nadie se pone en el pensamiento de los que ahora somos “los mayores” de una
generación que creció sin darse cuenta. Que aprendimos en el espacio que cada
cual logró, que hay veces fuimos espectadores y ahora somos “espectados”.
La vida nos dio
técnicas para crecer y seguir creciendo. Nos regaló factores que enriquecieron
nuestro yo. Nos enseñó que no debemos apegarnos a las cosas materiales. Que
debemos tener una ideología orientada hacia el bien común y la satisfacción
personal sana. Nos regaló formas de despliegue de posibilidades
interpretativas, y aprendimos en el tiempo, en el espacio que ahora empieza a
dejar de ser nuestro.
Si todo lo
hicimos bien, si somos creyentes religiosos, si nuestra vida supo expresarlo
todo con dignidad, si además hemos cuidado de nuestra pareja, nuestros hijos,
nuestros nietos….la familia en pleno. Fuimos capaces de trabajar y entregarnos
con honor y dignidad a lo que nuestros estudios y experiencias nos llevó. Todo
ello pertenece a la personalidad y al contenido suficiente para hacer de cada
adulto mayor un museo. Donde se hable de sus experiencias, sus sueños, sus
realizaciones, sus gustos, su apego a la naturaleza y cómo desciframos cada
actividad de la misma: terremotos, inundaciones, maremotos, huaicos y otros.
Hoy que estamos
en el atardecer, vivimos lo esencial, lo inagotable, lo que no nos priva de
libertad, lo que no crea desajustes en nuestra vida diaria, lo que no implica
mutaciones físicas ni espirituales. Es difícil aceptar la tarde en nuestra
vida, cuando tan hermoso fue el despertar
una mañana alegre y amorosa. Es otra manera de redactar la vida, de
comunicar nuestros sueños y de seguir siendo ejemplo, a pesar de….
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