¿Qué tan peruanos
somos?
Fuente: http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2014/01/659-561371-9-que-tan-peruanos-somos.shtml
Cebollas moradas, el marrón o la
celebración del Señor de los Milagros. Son algunos de los tintes peruanos que
están asomándose en el país, una transformación cultural que podría
acrecentarse en los próximos años, cuando la segunda generación de inmigrantes
comience a emparejarse con chilenos. Una revisión para saber cuán
"peruanizados" estamos.
Fuente: Carlos Pérez, Noelia
Zunino, Daniela Aranguren, Catalina Lemus - 18/01/2014 - 03:01
EN JUNIO del año pasado Edgard
Cornejo fue al Consulado General de Perú en Santiago con fines protocolares. El
entrenador de fútbol, que vive en Chile hace 15 años, quería cursarle una
invitación al Cónsul General, Alejandro Riveros, para la inauguración de su
academia de fútbol para niños peruanos en Independencia. Su idea era
simplemente dejarla e irse. Por eso iba vestido como siempre: de buzo y zapatillas.
“Llego a dejar la carta y me dicen ‘espérate, voy a ver si el cónsul te
recibe’. Y me recibió”, recuerda Cornejo. La reunión fue breve, lo necesario
para que la autoridad fuera al grano: “Si somos tantos, ¿por qué no tratamos de
sacar un club grande que represente a la colonia?”, cuenta Riveros.
La pregunta no era descabellada.
Hoy en Chile existen 23 clubes sociales peruanos registrados. Tres periódicos
(Sol Noticias, El Bacán y Contigo Perú) y un suplemento deportivo en un diario
de circulación nacional (Golpé de La Cuarta), 264 restoranes, 20 empresas que
operan como franquicias. Inversiones en el país que desde 1974 suman US$ 672
millones. Y ahora también un equipo de fútbol con pretensiones de
profesionalismo: Incas del Sur, el primer club de la diáspora peruana en el
mundo y que está próximo a debutar en Tercera División B. “Acá hay muchas
instituciones reconocidas, pero nunca antes había habido un objetivo que nos
agrupara a todos en torno a algo. Esto ha sido transversal”, sintetiza Christian
Dolorier, flamante tesorero del equipo de fútbol y presidente del Club Peruano
de Santiago.
La confianza de los creadores de
Incas del Sur responde a la potencialidad de una colonia que ha aumentado
explosivamente en los últimos 20 años. El Censo de 1992 registró 7.649 peruanos
y hoy son 157.668, según estimaciones del Ministerio del Interior sobre la base
de los permisos de residencia otorgados. “Sin duda esta migración es la mayor
en términos de cantidad, proporción sobre la población nacional y visibilidad
de la historia chilena contemporánea”, dice Jorge Martínez, demógrafo de Cepal.
No en vano representan la mitad del total de los inmigrantes que hay en Chile.
En 1992 el Ministerio del Interior otorgó 302 permisos de residencia
definitiva, cifra que en 2012 llegó a 11.026.
La influencia en términos
demográficos también se ha ido expresando poco a poco en fenómenos culturales,
gastronómicos, religiosos y sociales. Cada vez más chilenos compran cebollas
moradas, más niños hablan del color marrón en lugar del café o juegan voleibol
y más feligreses asisten a la celebración del Señor de los Milagros. Además,
hoy existe una generación de la elite chilena criada por nanas peruanas.
Sin embargo, el Premio Nacional
de Historia, Eduardo Cavieres, apunta a que las grandes transformaciones
podrían verse recién en algunos años más, apuntando a la segunda generación de
inmigrantes, los hijos de quienes han llegado en los últimos años. “La
migración peruana va a cambiar la perspectiva o las miradas históricas”, afirma
Cavieres.
“No son sólo trabajadores, sino
que tienen familias con niños y jóvenes que están en escuelas chilenas, que
tienen amigos chilenos y que, seguramente, en cinco años más van a estar
formando familias con mujeres chilenas u hombres chilenos”, dice (ver
recuadro).
PRIMERA ESTACION: LA COCINA
El chef Marco Barandarian llegó
al país en 1992 con 30 años y sólo 25 dólares en la billetera. Venía a conocer
por una semana cuando, dice, vio una oportunidad. “Al probar la comida chilena,
muy corta en aliños y bastante fuerte en la sal, me di de cuenta que había un
nicho”, recuerda. Mal no le fue: hoy tiene seis restoranes, inversiones por más
de 2, 5 millones de dólares en el país y proyectos en México, Brasil y Estados
Unidos, en una trayectoria que sirve para ilustrar el increíble éxito que llevó
a que la comida peruana abarcara dos restoranes en Santiago durante los 90 a
los 264 que hay hoy en el país, según la Cámara de Comercio Peruano Chilena.
“En ninguna otra parte del mundo hay tantos restaurantes peruanos como acá”,
dice Juan Carlos Fisher, presidente del organismo.
Esta influencia es única en el
mundo. “Lo interesante es que si bien el fenómeno de la gastronomía peruana es
global, su dimensión popular es propiamente chilena”, explica Walter Imilan,
investigador de Antropología en la Universidad Alberto Hurtado y autor del
proyecto Fondecyt “Restaurantes peruanos en Santiago de Chile: construcción de
un paisaje de la migración”. Es cierto: en mercados como Europa o EE.UU. el
boom de la nueva comida peruana se aloja en restoranes de alta cocina, fenómeno
distinto a la presencia transversal que vemos acá. “Está desde el Astrid y
Gastón hasta el cebiche de pulpo en una feria de Puente Alto”, dice el experto.
¿Cómo lograron los peruanos
tomarse los restoranes chilenos? Primero, de la mano del crecimiento de su
colonia y después identificando los problemas de una industria local que a
inicios de los 90 tenía más carencias que virtudes. “La gastronomía en Chile
era muy pobre, sobre todo en los restaurantes; estaba el sándwich, el pastel de
choclo, la palta reina y eso era todo; todos los restaurantes tenían lo mismo”,
dice uno de los primeros empresarios gastronómicos peruanos entrevistado en el
estudio de Imilan, quien equipara la influencia gastronómica peruana con la
llegada en los 70 de los primeros restoranes familiares (los chinos) o la
revolución de la comida rápida a inicios de los 90.
Esto se ha traducido en los ingredientes que tienen hoy los
chilenos en sus cocinas. Christian Dolorier recuerda que cuando llegó al país,
en 1992, fue invitado a almorzar a la casa de una amiga de sus padres y lo
primero que hizo fue pedir rocoto. La respuesta fue una sorpresa. “Me dijo ‘acá
en Chile no pida eso. Sólo lo ocupan los rotos y la gente del campo’”, dice. No
había nada de nada. Recién en 2000, de la mano del auge de la inmigración,
empezaron a llegar productos desde la frontera norte. Así se hicieron comunes
en las ferias nacionales productos como el rocoto, la cebolla morada, la
cancha, el ajinomoto, el panetón o la Inca Kola, muchos de los cuales hoy se
venden hasta en supermercados. Algo que llamó la atención a Juan Vilca, quien
desde 2002 importa productos peruanos para más de 23 locales en la Vega
Central. Hace cinco años traía entre 30 y 40 cajas de rocoto y ají amarillo a
la semana, las que hoy oscilan entre 70 a 100. Lo mismo pasa con la cebolla
morada: hace ocho años eran 5 mil kilos quincenales, cifra que se cuadruplicó.
Incluso productos como el olluco, que hace cinco años pocos conocían, ahora se
traduce en 1.500 kilos semanales.
Otra herencia de la comunidad es
la comida en la calle, la que hace 15 años se limitaba a cafés, sopaipillas o
sándwiches. El boom partió hace 10 años y los peruanos fueron los primeros en
darse cuenta, introduciendo jugos naturales y arrollados primavera en las
esquinas del centro. Después pasaron a lo suyo: la sofisticación. “Esta idea se
conserva en el carrito, donde se juega con la idea gourmet en un plato de $
1.500”, dice Imilan. Pilar Hurtado, periodista especializada en comida que
vivió 20 años en Lima, dice que esto también ha dado paso a una gastronomía
mestiza con ejemplos como las empanadas de ají de gallina. “Creamos la
costumbre de experimentar diferentes sabores. Hace 15 años el chileno era muy
reacio a hacerlo”, opina Barandarian.
PUERTAS ADENTRO
Pero la comida no entró sólo
desde los restoranes. “La incorporación de mujeres trabajando en el servicio
doméstico ha producido un traspaso de información importante sobre los gustos
culinarios”, dice Carolina Stefoni, investigadora del Departamento de Sociología
de la Universidad Alberto Hurtado, vinculando el fenómeno con las 60 mil
empleadas domésticas peruanas que trabajan en Chile, según datos entregados por
Matilde Rodríguez, presidenta del Sindicato de Trabajadoras Inmigrantes de Casa
Particular (Sinaincap) a La Segunda en septiembre del año pasado.
Una de ellas es Marlene Galindo
(47), quien llegó a Chile hace seis años para trabajar en la casa de María
Nieves Gil en Lo Barnechea. Dejó en Perú su carrera como enfermera después de
que a su esposo lo despidieran de la fábrica de cuadernos en que trabajaba. “Lo
que gano acá triplica el ahorro que podía lograr en Perú”, explica. Su caso
sirve para entender la principal razón del éxito de las nanas peruanas: por lo
general están mejor preparadas que sus pares chilenas. “Normalmente, cuando
llegan, el primer paso en su trayectoria laboral es siempre descendente”,
explica Claudia Mora, directora de Investigación de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad Andrés Bello. De acuerdo con datos de Casen 2006,
25% de las empleadas domésticas peruanas tiene educación más allá de la
secundaria. “Muchas incluso tienen nivel universitario completo. En nuestra
investigación encontramos hasta una directora de escuela”, agrega Mora.
Otro detalle es que llegaron al
lugar adecuado en el momento preciso: según Cepal, entre 2003 y 2012, la
participación de las chilenas en el mercado del trabajo subió de 36,6% a 47,5%.
“La incorporación de la mujer al trabajo produce una demanda específica. Ya no
se necesita alguien que sólo limpie, sino que gestione la casa”, dice Stefoni.
Por eso aspiran a sueldos que pueden llegar a $ 500 mil. ¿Qué ofrecen?
Transformarse en algo así como neo institutrices. Al venir sobre todo de
localidades como Trujillo y Lambayeque acarrean un estilo de crianza “a la
antigua” muy valorada por la elite. “Para una familia es muy atractivo pagar
sueldo de nana y tener una profesora que cocine como chef y sea tierna pero a
la vez conservadora”, opina Iskra Pavez, doctora en Sociología de la UCINF.
Aunque este perfil de migrante
parece ir cambiando. Según el trabajo Migración y Mercado Laboral en Chile, de
investigadores de la Universidad de Chile y el BID, entre 2006 y 2009 en Chile
los profesionales y técnicos peruanos aumentaron de 17% a 21%. “Hubo un cambio
hacia una mayor calificación de los migrantes en los últimos cinco años”, dice
Mora. Víctor Medrano, ingeniero en gestión empresarial de 30 años, es uno de
ellos. Llegó a vivir a un departamento de Ñuñoa en abril de 2013 junto a su
esposa Tracy, después de ser transferido desde una compañía peruana a la filial
en Santiago. Este cambio tiene que ver con el aumento de la inversión peruana
en Chile, la que se multiplicó 14 veces entre 1997 y 2012, según cifras del
Comité de Inversión Extranjera.
EN EL CORAZON DE LA CIUDAD
Francisca Márquez, decana de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Alberto Hurtado, dice que
cuando partió el boom de los peruanos en Santiago a inicios del 2000, ellos
eligieron como base de operaciones un punto tan central como simbólico de la
ciudad: la esquina nororiente de la Catedral Metropolitana. Es decir, se
ubicaron debajo de la estatua de Santa Rosa de Lima y frente a calle Puente,
donde terminaba el antiguo Camino del Inca. Desde ahí se desperdigaron por
barrios de las comunas de Santiago, Recoleta e Independencia, produciendo
varios cambios. “Ellos revitalizan lugares que habían experimentado procesos de
envejecimiento y salida de la población”, dice Stefoni.
Ejemplo de esto son sectores como
Yungay, la Chimba o Maruri, los que, en parte por culpa del hacinamiento, se
han revitalizado gracias al uso de la calle como lugar de encuentro. “Los
chilenos habían perdido esta práctica. El peruano es un factor importante para
que hayamos incorporado el uso del espacio público nuevamente”, agrega Daisy
Margarit, directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central.
Esto también se refleja en sus festividades, como la procesión del Señor de los
Milagros (ver recuadro) y la celebración de las Fiestas Patrias, el 28 de
julio. El organizador de este evento es Jorge Gotelli, quien cuenta que se
realiza desde hace cuatro años en el Parque de Quinta Normal y que reúne a más
de 30 mil personas, 60% de las cuales son chilenos.
Su efecto también se ve en los
negocios. Cuando los peruanos llegaron a La Vega, para no tener problemas con
los locatarios establecidos, se les entregó un pasillo conocido como “el
callejón de las ánimas” por su abandono. Diez años después, en los pasillos dos
y tres hay alrededor de 900 locales, y aunque la administración no tiene cifras
exactas, los locales peruanos parecen imperar o, al menos, equiparar a los
chilenos. “A nivel de los barrios son referentes laborales, serios,
responsables y que, además, permiten revitalizar los sitios donde se instalan”,
dice Margarit. Este proceso también se vio en la Galería Bandera Centro (en la
intersección de Bandera con Catedral). Ahí, de los 110 locales 80% son
arrendados por peruanos. “Hace cinco años este edificio era un punto rojo de la
municipalidad. Había mucho ‘night club’ y ‘café con piernas’. Hoy, en cambio,
vienen turistas gringos y europeos a comer”, dice José Cancino, administrador
del caracol que hace siete años cerraba todos, sábados a las dos de la tarde y
no abría los domingos, y que hoy tiene horario continuado los fines de semana.
Este dinamismo se ha expresado en los arriendos, explica el locatario chileno
Héctor Uribe: hace cinco años los locales más baratos costaban desde 100 mil
pesos. Hoy se empinan sobre los 300 mil.
Pese a estos avances, los barrios
son también un reflejo de lo peor en nuestra relación con la inmigración
peruana: la discriminación. Algo que se refleja en sus enclaves. “Hay un fuerte
nivel de segregación espacial. No están distribuidos dentro de la ciudad de
forma heterogénea”, aporta Stefoni. Acá nuevamente surge el contexto: los
peruanos empiezan a llegar después de que a inicios de los 90 los nuevos
gobiernos abrieran las fronteras y dejaran de tratar la migración como un
problema de seguridad nacional, a lo que apuntaba la Ley de Extranjería de
1975. “La inmigración peruana llega en el momento en que se dan estos cambios
culturales tan dramáticos. Y claro, uno podría decir que pagan los platos rotos
al ser los primeros en enfrentarse a esta situación”, dice David Sirlopu,
investigador de la Facultad de Sicología de la Universidad del Desarrollo en
Concepción.
Lamentablemente, con el paso del
tiempo hay cosas que no cambian. Según un estudio del Injuv en 2013, al 12% de
los chilenos entre 15 y 29 años no le gustaría tener como vecino a un peruano o
boliviano. Esto también lo observó María Emilia Tijoux, académica de la
Universidad de Chile, en el proyecto Fondecyt “Vida cotidiana de niñas y niños
hijos de inmigrantes peruanos en los espacios sociales chilenos”, donde analizó
la interacción entre adultos chilenos (como inspectores o dueños de quioscos en
colegios) con niños peruanos de Primero a Cuarto Básico. “Descubrimos que por
parte de los adultos hay prácticas racistas”, explica Tijoux, sobre conductas
por como, por ejemplo, comentarios ofensivos respecto a los olores o la higiene
de los niños. Según la investigadora, este es un problema histórico en Chile:
la constitución estado nación, que explica muchas de las políticas del siglo
XIX consistentes en ‘blanquear o limpiar la raza’ contra las figuras
condenadas: peruanos al norte y mapuches en el sur. Aunque no todo está
perdido: el proyecto Fondecyt comprobó que estas dinámicas no se replicaban
entre los niños.
APRENDIENDO
El colegio George Washington, en
Independencia, se acaba de mudar. Pasó del barrio Maruri a calle Echeverría.
Eso explica el desorden de pupitres y sillas del que sólo escapa un diario
mural con una hoja amarilla que detalla el significado de chilenismos. Lo que
probablemente será útil en un colegio con una matrícula compuesta en un 75% por
peruanos. Algo que se repite en varias escuelas de Santiago, Recoleta e
Independencia.
En los establecimientos
dependientes de la Municipalidad de Santiago el cambio más relevante es
implementado en la emblemática Escuela República de Alemania, donde, con
aprobación del Mineduc, diseñaron una malla propia para Historia y Geografía en
séptimo básico con el fin de trabajar la Historia de América Latina. Además,
este establecimiento y la Escuela República de Panamá tienen talleres de
integración y programas orientados a preparar a los educadores. En Recoleta, el
colegio República de Paraguay y la
Escuela Víctor Cuccuini han tomado medidas como cantar ambos himnos los lunes
en la mañana y celebrar las dos Fiestas Patrias.
María Teresa Herrera, parte del
centro de padres del George Washington, dice que compartir con niños peruanos ha generado
cambios en la forma de hablar de su hija Catherine, uno de los nueve chilenos
de su curso de 45 alumnos. “Pronuncia mejor las ‘s’ y no se come la sílaba
final”, explica. Esto se replica en otros establecimientos donde la palabra
“tajador” reemplaza a “sacapuntas”, “borrador” a “goma”, “barriga” a “guata”,
“marrón” a “café” y “chochera” a “amigo”. La influencia peruana en la conducta
también es positiva. “Son muy respetuosos con el profesor. A veces han llegado
niños que han querido ser más negativos y no pueden porque los peruanos
mantienen ese respeto”, dice Raúl Erazo, director del George Washington. En
deportes destacan en los equipos de voleibol de los colegios, conformados casi
sólo por peruanos. ¿Juegos? En los recreos se alterna “la pinta” con el
importado “mujeres atrapan a hombres”.
Pero estas buenas experiencias no
hacen más que graficar problemas estructurales en el diseño de las políticas
educacionales para migrantes. “En nuestros estudios llama la atención que en
una escuela haya 5% de matrícula extranjera y en la del lado 70%”, detalla
Stefoni, agregando que “es claro que hay algo que no funciona: una escuela está
aceptando y la otra no, lo que es ilegal”. Mora apunta que no hay instrumentos
en el Ministerio de Educación para que estas buenas experiencias en integración
sean replicadas en otros establecimientos.
Esta misma carencia de propuestas
desde las autoridades genera en los especialistas preocupación de cara al fallo
de La Haya sobre el diferendo marítimo y que se espera para este 27 de enero.
Los expertos creen que al no haber señales claras puede haber problemas. En
caso de que Chile pierda, obviamente. “El inmigrante debe tener temor a
represalias. Debería haber un trabajo que lamentablemente no he visto en todos
estos meses y la verdad no sé si hay una estrategia para enfrentar el tema del
fallo”, dice Stefoni.
Aunque todo parece indicar que
hasta el momento la colonia peruana está a gusto en Chile. Pistas de estos las
entregan los peruanos acogidos a la Ley del Retorno promulgada por el Gobierno
de ese país en marzo de 2013. “Han vuelto grandes cantidades sobre todo de
España, de Argentina y Estados Unidos”, explica el cónsul Riveros. ¿De Chile?
Hasta la fecha sólo 70.
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