DEL RELAJO Y
OTRAS MALAS COSTUMBRES
(EB-12 agosto 2012)
Hay muchas maneras de enfrentarse al
enemigo: desparramar tus secretos o intimidades, por ejemplo. Y eso es lo que
sucede con el programa de televisión “El Valor de la Verdad”, tan
estupendamente dirigido por el periodista Beto Ortíz en un canal del medio.
Esta semana nos tocó ver caer das
hojas de un árbol joven, 23 años, de generación actual. Poco elocuente ante las
cámaras pero no parpadeando para responder con pocos detalles sus aventurillas
de joven inseguro, tocando los límites de un territorio minado, donde los diez
mandamientos empiezan a caer uno tras otro, con envidiable lujuria.
El sólo ver y escuchar al joven Luis
Chávez, quien se declara estudiante y trabajador, nos hace pensar en la formación
equivocada que nutre a nuestros retoños desde temprana edad. Una madre separada
del padre desde que Luis tenía 5 años. Dedicada al trabajo y a sus hijos, dice
ella de manera inocentona. Un padre que habiendo huido del hogar, vive en el
departamento vecino con otra esposa y otros hijos. Un cuadro espeluznante para
apreciar todos los días de su vida a la manera de los bacanales de Fellini. Un
hogar desbaratado por el orgullo, la hipocresía o la sinrazón.
Así Luis Chávez, fue respondiendo
cada pregunta, destapando huecos hondos donde la podredumbre humana se guarda.
Ladronzuelo juvenil, gigoló de de mujeres mayores para mendigar su propina,
sexo absoluto para sonreírle a las hormonas, coimera cotidiano para ocultar su
pasado… Sacudiendo toda responsabilidad, ha huido de la casa materna para
experimentar otras exageradas relaciones que te brinda una vida oscura y sin
valores. Así disfruta del sexo como un disparate y sin la seriedad del caso,
formaliza una relación de pareja siendo infiel con la de turno, y se torna
galán cuando se muda de un terreno a otro con facilidad placentera y
superficial.
El programa “El Valor de la Verdad”,
puede servir para delatar a los corruptos estatales como sucedió con el joven
anterior de apellido Millones, o para destapar los propios pecados que
escandalizan, y lanzan dardos venenosos a la familia y los amigos, como el de Luis
Chávez.
Ahora elocuentes nos enfrentamos
mudos ante lo que estamos haciendo con una sociedad tempranamente hipócrita.
Donde el dinero (que es la razón por la que todos concursan), puede destapar
nuestra intimidad ante millones de televidentes y pisotear la honra de los
nuestros sin arrepentimiento, sin palabras, quebrantando lo elemental de una
sociedad y de una familia: la moral plastificada por lo que está de moda, o por
la decadente final de una sociedad en crisis.
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