EL DESCANSO
(EB-19 mayo 2012)
Hay veces que la
pereza embarga nuestro ánimo, y queremos darle al cuerpo el descanso que
creemos merece. Entonces suena el despertador, y nuestros ojos se medio abren
para correr media hora más o para apagar su timbre para siempre. Al menos por
ese día. No importa que quien hace limpieza está precisamente en nuestra
habitación, o que la familia entera esté desayunando en grupo. Sólo importa que
nuestro cuerpo descanse y nuestros ojos no se abran. Dormir es delicioso, cuando
el cuerpo lo exige, lo requiere, lo grita.
Así la vida se
torna menos dura, más placentera, y contentándonos, damos una apertura a la
tormentosa idea de esconder nuestras ganas, levantándonos estrellados y
molestos contra el planeta entero.
Vivo casi a diario
esa experiencia del querer dormir y el tener que levantarme pronto. Siempre fue
así, siempre ha sido así. Es como un chorreante cuerpo que se entrega y
consagra a los brazos de Morfeo. Es como que cada sueño quiere coronar el
verano caliente o el invierno frío de las estaciones de Lima. Una ciudad
caótica entre brumas invernales y horneadas de verano. Unas veces en el año los
peruanos somos hielo y en otra somos pan caliente que quema.
Suelo dormir
pasada las 11 de la noche y lamentablemente debo levantarme con la primera luz
del día. Sí esa luz que te apura a las 6 de la mañana. Allí entre el pecho y la
frente hay como un sentido de culpabilidad de no ponerme de pie y empezar el
ritual cotidiano de mi cuerpo (y de mis ganas): levantarme, orar, ducharme,
desayunar, vestirme, dejar la bata en el lugar que corresponde. Tomar pastillas
para diversos problemas (aunque no parezca). Encontrar la manera que lo que
desayune sea apetitoso y contente a mis sentidos. Que mi estómago no rechace
nada y acepte todo por el bien de la balanza debajo de mi cama.
No hay nada que
me agrada más que empezar a buscar la ropa que usaré en mi primera salida al
mundo increíble que nos espera pasada la puerta de nuestra casa. Me gusta que
siempre haya la combinación y el estilo apropiados para cada día, y cada
evento. Así empiezan mis días, hay veces sombríos en mi ánimo, pero con ganas
de hacer las cosas muy bien y dejar una huella de lo que es mi personalidad
para muchos desconocida. Cuando vuelvo en la tarde, un duchazo, un pijama y a
descansar un par de horas se ha dicho. Así me convierto en un maniquí de
ensueño metido entre las sábanas de mi cama y encuentro en ese tiempo el
placentero regresar de mis energías para salir a una exposición, evento social,
concierto u otro, y/o ingresar a mi taller para seguir creando.
Hoy es sábado.
Los sábados tienen un raro hechizo, siempre me empujan ha hacer cosas que los
anteriores días no he hecho. Me siento majestuoso pasada las 3 de la tarde,
pero mi mañana desde que despierto sigo siendo el mismo que en los días
anteriores. Entonces cumplo el ritual de cada día de la semana, y salgo a
enfrentarme al gran teatro del mundo, de la ciudad que me a obligado escudarme
para caminar y salir adelante, para que no aplaste mi entusiasmo por la vida,
para que no me encierre en un vaso oscuro y me haga regresar a mi nido con las
piernas temblando.
Así aprendí a
vivir desde adolescente. Así la vida se me presenta también majestuosa, así se
van eclipsando las envidias, alejando las tinieblas, evocando los buenos amigos
y los encantadores momentos que comparto con ellos. Así mis pupilas suelen
alegrarse cuando veo a mis alumnos, o se dilatan mis sentidos cuando los aromas
de la tarde me indican que ya llega la noche y debo descansar para mañana. Qué
placentero es descansar y olvidar las amarguras del día. Qué rico es
rejuvenecerse a través del sueño placentero. Qué fraterno es el abrazo de las
sábanas y mi cuerpo. Hermoso encuentro, maravilloso abrazo, descanso querido.
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