"¿Interesa
hoy la mujer al hombre?"
Fuente : Diario el comercio , Marco Aurelio Denegri
07
de abril del 2014
El interés que hoy tenga o
pueda tener es relativo, sostiene nuestro columnista.
El hombre se ha interesado
en la mujer por épocas, temporalmente, pero jamás invariablemente.
Durante la época romántica,
la mujer movió y conmovió señaladamente al varón y lo inquietó muchísimo. Acaso
pueda decirse, y sin exageración, que el siglo romántico, el XIX, fue el siglo
de la mujer. Otro tanto ocurrió en la Edad Media, en la época de los trovadores
y las cortes de amor. El hombre exalta a la mujer y la entroniza, le rinde
culto. Ella es su ama y patrona y él simple vasallo, y como bien dice Ortega y
Gasset se proyecta sobre la relación sentimental entre ambos sexos la idea de
señorío.
El interés que hoy tenga o
pueda tener el hombre en la mujer es relativo. La mujer le interesa poco al
varón. Así viene ocurriendo desde hace un cuadricenio y la razón de la
ocurrencia es la creciente indiferenciación sexual. Los sexos están
despolarizándose, se desdibujan, pierden la claridad de sus perfiles o
contornos, tienden a la indeterminación, no son definidos ni concretos.
La homosexualidad, la
bisexualidad, la transexualidad, la metrosexualidad, el androginismo, el
unisexismo, el travestismo, lo intersexual, lo fuera de orden, lo irregular,
extravagante y extraño, todo lo que desdibuja e indetermina en materia sexual,
todo esto es lo que hoy adquiere notoriedad.
Para que el hombre se
interese de veras en la mujer, y la mujer en el hombre, tiene que haber dimorfismo sexual, o sea dos formas o dos
aspectos anatómicos diferentes, uno para cada sexo, y la diferenciación
psicológica correspondiente que permita
conductas definidas y propias de cada sexo.
No hay que ser muy culto ni
perspicaz para comprobar que nuestra especie es cada vez menos dimorfa. Dícese
dimorfa de la especia animal o vegetal
cuyos individuos presentan de modo normal dos formas o aspectos notoriamente
diferentes.
En una época como la
nuestra, tan entreverada sexualmente, el dimorfismo sexual está
desvaneciéndose. No hay pues razón ninguna para sorprenderse de que el hombre
se interese cada vez menos en la mujer.
Además, hay otro hecho
incontrovertible que favorece el desinterés masculino por la mujer. Me refiero
a la escasez de hombres. Las mujeres saben muy bien que los hombres codiciables
y apetecibles escasean y que por el contrario ellas abundan y en demasía. Este
asunto lo ha expuesto con gracia y penetración Eugenia Benfield en su libro,
muy recomendable, titulado ¡Quedan hombres! ¿Dónde están los míos? Según
Benfield, actualmente es más fácil cazar un ornitorrinco australiano que
conseguir un marido que valga la pena.
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