Observamos en las calles de esta y otras ciudades, una generación de jóvenes que visten igual unos y otros. Los mismos polos con llamativos y grandilocuentes estampados, pantalones anchos colgando de alguna parte de sus caderas mostrando parte de su ropa interior, no usan correa ni tirantes; zapatillas que pareciera tragarse paso a paso la seudo media que calzan; desgarbados, barbados, desaliñados, la informalidad total. Nunca en la historia de la moda veremos tanto descuido, tan mal gusto para seleccionar sus prendas. Combinan los cuadros con las flores, las rayas con los lunares. El polo a reemplazado a la camisa y la zapatilla al zapato. El pañuelo para la nariz ha sido reemplazado por cualquier papel, sino es por la mano misma. Las zapatillas están tan sucias como el cuerpo entero. Los aderezos que los engalanan también son usados por muchos de ellos: piersen, tatuajes, aretes, dilatadores de huecos varios, trenzas africanas, rastas e incaicas. Y las chicas que hacen uso de los mismos atropellos sociales, añaden a su informal atuendo, el mal uso de pantalones “a la cadera” para mostrar los “mondongos”, la piel blanquecina como la panza de una lagartija. Ahora en esta fauna juvenil podemos diferenciar por su carácter: algunos se hacen los idiotas, otros son radiantes, también están los que parece que siempre tienen “algo para la cabeza”, están los que recurren a los delineadores, rubor, lacas escarchadas y de las otras, los que usan lápiz labial y esmalte de uñas oscuro. Desde luego su lenguaje, su jerga, también es diferente a otros grupos humanos. Y desde luego todos andan “aguja” es decir misios, sin dinero, sin plata, sin economía fija y son “caleta” en muchas cosas.
He conversado con algunos de ellos y me han dado explicaciones diversas. La primera es, que los jóvenes no quieren ser tildados de “pitucos”(rabiblancos, gagá, niño bien, etc.) por el hecho de vestirse prolijos, decentes, diferente a los demás del grupo. Otros aceptan no tener gusto para vestir de otra manera, nunca encontraron un modelo cercano que imitar, no recibieron pautas en familia y simplemente toman lo que encuentran y con eso cubren sus despojos humanos. Y los otros son los que creen que comprando “marcas” (que se venden en el mercado de la informalidad, de la imitación desleal, etc.)No importa lo que se use si la marca dice del “buen gusto” de quién supuestamente la diseñó. Seguramente ignorando que en almacenes de USA y Europa, puedes comprar las mejores marcas a precios irrisorios de verdad. Porque como nadie lo compró, siempre hay un tonto de peor gusto que lo comprará. Las generaciones han ido perdiendo el buen gusto en el vestir, como siguen perdiendo el buen uso del lenguaje, las buenas maneras, las reglas de urbanidad, los valores y otros “exquisitos manjares de una sociedad civilizada”. Sin duda pienso que estamos camino hace mucho tiempo, de mediados del siglo XX a la fecha, a la desaparición de esta sociedad tan informalizada en todo: el matrimonio, el amor, la religión, la política, la educación, la decencia, la moral toda y tan “informatizada” a la vez en todo y en nada. Estamos por regresar a la filosofía del colombiano J Mario del “Nadaísmo” o a la era de las cavernas en el Paleolítico. También debemos reconocer que hay en este siglo XXI, jóvenes brillantes, talentosos, notables, destacados, sabios, castos, morales, éticos, amigos, respetuosos, marchantes, formales, los agradecidos, que aunque son los menos…lo importantes es que son y existen por suerte.
Y es que regresando al tema de hoy, el buen gusto en el vestir radica en nunca abuzar de tres colores en nuestra vestimenta. Si es primavera-verano podemos añadir el blanco, o el gris en sus tonalidades más claras. Y si es otoño-invierno el negro y los grises en sus tonalidades más oscuras. Si nos ponemos una prenda llena de colores (camisa, blusa, chompa, suéter, chaqueta, etc.)Obligado es vestir la demás parte de nuestro cuerpo con un color entero de preferencia oscura (negro, tierra, guinda, verde, azul, gris, etc)
Cuando disfrutando de nuestra economía o apurados por la temporada, o en bonanza permanente de dinero compramos algo, debemos tener en cuenta con qué combinará de lo que ya tenemos en casa. Y sería maravilloso si todos entendemos que el “buen vestir” no consiste en seguir la moda, ni en comprar marcas, sino en saber lucir lo que se lleva, en saber combinar lo que se tiene y en que lo que nos ponemos está acorde con nuestra personalidad, edad y bolsillo.
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