Fuente: www.aporrea.org
LOS
NIÑOS DE HOY
(EB - 1 octubre 2013)
Los niños de hoy, son
talentosos. Encuentran diversión en cada tarea. Son elásticos para pasar con
facilidad del dibujo al diseño, del
color al relato, de los números al juego. Es la época donde existe
inestabilidad en las cosas del estado y
se convierten en juego decisiones importantes, por decir de la manera más
cuerda.
El planeta marcha hacia lo
informal. El mundo está perdiendo su integridad para convertirse en la
integración de lo absurdo. Guerras desatadas por la soberbia de los gobernantes
alucinados, diplomacia con golpes bajos, robo descarado de las arcas del
estado, abuso con los necesitados, los desposeídos, los olvidados, los
marginados en una sociedad excluyente en vez de incluir.
Vivimos en una sociedad que
paulatinamente nos lleva al holocausto. Una sociedad que olvida y no recuerda,
que ve pero no hace nada, que sabe pero no cambia. Se ha convertido en una
especie de visitante que nos regala su sonrisa, pero huye de nuestros
cotidianos problemas.
Los niños miran para
disfrutar, juegan para contentarse, callan para filosofar, olvidan pero
fácilmente recuerdan; cantan para gastar sus energías a través del arte, evitan
las tormentas y viven un mundo de maravillas. No permiten que otro ocupe su
lugar, su puesto. No se sacian de mirar y volver a mirar lo que les llama la
atención. Son curiosos, quieren saber la verdad de las cosas. Se dan cuenta de
todo, aunque los adultos evadimos sus preguntas. Los niños siempre hablan,
gritan y conversan. Estornudan, pero también ríen, abrazan, se alegran.
Los adultos hemos olvidado
nuestros derechos, vivimos cansados, perdimos la risa, no sabemos cuál es el
camino, vivimos una eterna tormenta, somos hasta despiadados con el pobre, el
humilde, el débil. Hemos erotizado la vida, las cosas, los movimientos, las
miradas, las palabras, los versos, las canciones, las tertulias.
Hemos convertido nuestra
vida en novela, la peor novela, llena de intrigas, arrebatos, perfiles
negativos, fuego hacia el frente, insulto sobre la tierra. Somos cadáveres que
se mueven en la oscuridad de nuestras bajezas. Tufo de muerte, funcionarios de
la tristeza, compradores de la nada. Esperamos subir al cielo como
bienaventurados que no nos conmovemos por el prójimo.
Los niños crecen en las
bienaventuranzas, cantan alegres cancioncillas para convertirse en el reloj de
sus alegrías. Habitan en un mundo de fantasía, sin dejar de ser reales. Son
soñolientos e invisibles ante el daño y mal agüero. Son niños cargados de
entusiasmo, vitalidad, sueños, alegrías y hasta proyectos. Los niños tienen la
llave de la existencia, la respuesta precisa, el abrazo cariñoso, la presencia
positiva en el mejor de nuestros climas. No callan, hablan. No hablan, dicen.
No dicen, se dan cuenta. Y nacen en la maravilla del juego, la virtud viviente,
la presunción de culpa, la admiración a los adultos, como una gracia divina
expuesta en un mundo con espacios pintados de los más hermosos colores.
Los adultos admiramos lo
material, lo que guardamos en el bolsillo, nuestra casa convertida en depósito
de supermercado. Somos el reflejo del miedo a perderlo todo, a desaparecer
antes, a no ser querido o amado, a pasar hambre, angustia, necesidad y que
nuestras espaldas soporten un peso demasiado fuerte para nuestra débil
espiritualidad. Los adultos somos cuervos, los niños son palomas, somos
espinas, ellos son rosas. Estamos permanentemente preocupados por lo material,
ellos buscan una tranquilidad espiritual. Así el mundo se compensa con el bien
y el mal, con el silencio de un largo letargo.
Los niños de hoy, son
talentosos. Encuentran diversión en cada tarea. Son elásticos para pasar con
facilidad del dibujo al diseño, del
color al relato, de los números al juego.
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