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DESPUÉS DE LA SANTA SEMANA
(EB-31
marzo 2013)
Pasó
la época de los penitentes golpeando duramente sus espaldas, en señal de
arrepentimiento y penitencia. Época aquella donde las mujeres cubrían su cabeza
con mantilla y olor a canela. De la limeña caminando con lisura, del puente a
la alameda. Pasó la época de las conmovedoras escenas del vía crucis católico y
los corceles apocalípticos de Semana Santa. Hoy hay una suerte de fuga de
nuestras costumbres ancestrales. Se usa la semana para dejar constancia de
nuestra hipocresía frente al Dios en el que supuestamente creemos, cuando nos
conviene. Cuando lo necesitamos, porque como humanos somos incapaces de
enfrentar la vida solos. Porque no podemos detener nuestros instintos y
nuestras pasiones. Porque sabemos que lejos del bautismo, somos vagos espíritus
convenidos, en cada capítulo de nuestra nefasta vida.
Son indescriptibles
las malas acciones que provocan nuestro estómago y nuestro sexo. Hemos
confundido la hermosa palabra del púlpito bíblico para atender discursos y
acciones con homilías demoníacas. Estamos naciendo y creciendo en una sociedad
sin enseñanzas mejores. Estamos desaprendiendo lo que consideramos en nuestro
interior y exterior perdido.
No
hemos entendido aún que podemos ofrecer nuestro tiempo festivo para también
estar con Dios callados, en una pequeña oración que nos recuerde que en los
pasillos de nuestra mente y en los corredores de nuestra alma está Jesús en su
Gólgota, acompañado por nuestros brazos abiertos y nuestros labios orando.
No
hemos entendido aún, que las fechas religiosas tienen un fondo que jamás se
desdeña. Donde después de celebrado cada cual a su manera, nada queda en
nuestra casa, nuestra vereda, la calle donde vivimos sino la presencia siempre
esperada del Dios al que invocamos.
La
Semana Santa es la fecha del año que debe enseñarnos a no mentirnos en un
desierto de arena caliente como el infierno. Debe dejarnos la seguridad que
siempre podemos abrir una ventana para acordarnos de lo mucho que tenemos y de
lo que hemos alcanzado con la presencia de Dios en nuestra vida.
Debe
también, permitirnos flotar en la espiritualidad de nuestro recuerdo. De su
sufrimiento, de su entrega, de la liberación del hombre a través de la
crucifixión. De la renuncia al dolor siendo dolor, del llanto siendo
sufrimiento, para brindarnos la encendida luz que nos guie por el camino del
bien, del amor, de la ansiedad complacida.
Hoy
que termina esa semana natural y a nuestra personal manera, debemos recorrer
nuestras andanzas, pretendiendo otra vez arrepentirnos para llenar nuestro
vacío, para saber que seguimos siendo de barro y que la tentación se hace del
pecado que nos quiebra….Amén.
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