RECUERDOS DE FAMILIA
(10
noviembre 2012)
No siempre se
tiene la oportunidad de tener varios hermanos como yo los tuve. Florentino,
Guillermo y yo, nacimos en Piura. Me
bautizaron en la iglesia de Ntra. Sra. de Guadalupe en Pacasmayo, y me trajeron
a Lima cuando tenía un mes de nacido. El tiempo se llevó a mis dos hermanos
mayores. Los menores son: Elías, Jorge, Luis
y la reina de la familia Aurora. Todos nacieron en la capital de la
república y se educaron como yo en la ciudad de Lima. El sistema nos invitó a
formar parte de su maquinaria, pero a nuestra manera cada cual fue ajeno a
estas estériles manifestaciones. Por educación recibimos la mejor. Mi padre
trabajaba para una importante empresa norteamericana, y nuestra madre se
dedicaba exclusivamente a la alimentación, educación, y cuidado de nosotros.
Cuando el tiempo
pasó, nos encontramos ya jóvenes formados personalmente en la disciplina y
tarea que a cada cual le atrajo. Elías es el “abogado” de la familia, sabe de
leyes más que un estudio de abogados. Jorge es el ingeniero industrial,
especialista en tintorería, el empresario y genio poli lingue de los hermanos.
Luis o Lucho como cariñosamente siempre lo llamamos, vive en Miami con su
esposa hace 10 años. Trabajó para un importante banco en Lima y decidió un día
buscar perspectivas mejores en otro país. Aurorita como la llamamos
cariñosamente con diminutivo, se casó en Lima y viajó con su esposo a radicarse
en Bordeaux (Francia) donde nacieron sus hijos Víctor André y Astrid. Hoy están casados con Audrey y Frederick,
respectivamente…. Yo, dediqué mi vida al arte y a la docencia del arte. Me casé
con Gladys Isaacs en Ciudad de Panamá, tenemos a Carla Paola nuestra hija y a
Kiana Amanda nuestra única nieta, todas viviendo en Miami.
Florentino, manejaba
todas las técnicas, los conocimientos manuales, la filosofía del amor para
cerrando un párpado conquistar a la mujer de sus sueños. Así nos dejó a
Victoria, quien vive en Santiago de Chile y nos regaló 4 sobrinos nietos y
cinco sobrinos bisnietos, todos de nacionalidad chilena. A Carlos, Jorge,
Miguel Ángel y Pedro, quienes a su vez me han colmado la existencia con
Gaetano, Alessandra, Giordana y Sebastián.
Carlos
Guillermo, era disciplinado, inteligentísimo, dibujada y proyectaba
arquitectónicamente de manera muy espontánea. Tenía varios talentos. Amaba la
vida y fue un código ejemplar para otros jóvenes de su época y para nosotros
sus hermanos menores. Una madrugada del 2 de mayo de 1961, la muerte lo llevó a
otro destino espiritual, donde las almas buenas encuentren su mejor momento en
el tiempo.
Es curioso cómo
nace y se hace una familia, y cómo la vida nos va arrebatando a los seres que
acostumbrados a amarlos, nos obligamos a seguir amándolos después de muertos.
Porque finalmente, la muerte es la amenaza natural del vivir, el premio o
castigo de nuestras acciones en la tierra, la invasión a una nueva dimensión
inexplorada por cronista alguno. Así nos acostumbra la religión y las personas
mayores, a no renegar del final de nuestra existencia y aceptar que el hombre
viene a este mundo para cumplir metas y se va cumpliéndolas o incumpliéndolas
para su prestigio o desprestigio.
He recibido de
mis hermanos, el calor del abrazo, la ternura, el recuerdo, el extrañarnos
siempre, aunque también es cierto que alguna vez nos distanciamos si algo no nos parece correcto. Pero somos una
familia. Cada cual escribiendo y narrando en acciones su propia historia. Todos
subidos al escenario que nos dio la vida, para actuar de la mejor manera y
considerar el premio final de un aplaudo. En mi caso, necesito el aplauso, pero
con un público de pie y estimulando cada danza real de mis colores y de mis
palabras. No puedo vivir de otra manera, no puedo amanecer ni anochecer sin
saber que lo que mi mente y mis manos construyen, también ayuda a construir la
conciencia de los otros y el amor a la vida misma, de todos.
Hoy es un sábado
de noviembre y el calendario parece correr más rápido que el tiempo mismo,
siendo al parecer la misma cosa, el mismo certificado de que seguimos existiendo.
Hoy espero unos amigos de antaño, de los que los senderos de normas de
convivencia, nos alejó para reencontrarnos en el mejor de nuestros momentos.
Hoy mi taller tiene aroma de nostalgia, risa de niño, oración de penitente.
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