UN
PRESIDENTE PARA LA HISTORIA
(EB-junio 2002)
En junio pasado se recordó
los diez años de la desaparición del ex presidente Fernando Belaunde Terry. Con
él se fue una importante página de nuestra historia. Hombre probo, creyente y
demócrata como pocos en nuestra historia, expresó en todo momento su amor por
el Perú. Pero ese amor profundo no quedó en él, sino que nos enseñó a todos los
peruanos también a amarlo. Ese sentimiento lo llevó a recorrer cada pueblo,
cada río, cada villorrio. A su muerte todo el país estuvo allí, desde los más
remotos lugares, la gente humilde convirtió su sepelio en una procesión
cristiana. Muchos agradeciendo las leyes y sus obras, a quien no se sirvió del
cargo público para hacer fortuna personal, viviendo con modestia franciscana,
extraño en un ex mandatario.
De sus dos gobiernos nos
queda la docencia de un ilustre personaje del siglo que lo vio nacer. Penitente
fue defenestrado por un gobierno militar, pero no dejó de ser el defensor de un
Perú sin ataduras. Siendo siempre el patricio a quienes no dudamos en reconocer
sus dotes de gran político.
En el Campo fe de Huachipa
se guardan sus restos, en un verdor como él soñó, fuera la extensión de nuestro
territorio. Construyó carreteras en las alturas menos pensadas, en los pueblos
más abandonados, en costa, sierra y selva. Tomó la lampa como símbolo de su
partido. Instrumento que indica entrega, lucha, construcción, ayuda. Surcó
ríos, mares y lagos, a caballo o a pie, bajo la lluvia torrentosa y el calor
insoportable, llevando no sólo su elocuente palabra, sino el aliento físico a
través de su obra bajo el lema “El Pueblo lo hizo” en el programa de
Cooperación Popular.
El humanismo de Fernando
Belaunde Terry establece la distancia con otros gobernantes de nuestra historia
en su etapa republicana. Expresó con sus palabras pero también con sus obras
respeto absoluto por la democracia, la concertación sin diferencia de color,
creencia o nivel económico. Se preocupó por los clubs de madres para asegurar
alimentación para los más pobres. Pero lo más destacado fue, en su profesión de
arquitecto, la construcción de grandes complejos habitacionales en todo el país
concretando el sueño de la casa propia.
Hoy a los diez años de su
partida, todavía parece circular por nuestro territorio, el aroma de las flores
en Huachipa, donde descansan sus restos junto a su amada Violeta Correa, su
flor preferida. Mientras en todas partes del Perú se le recuerda con cariño, y
el pueblo siempre sabio para estos menesteres, le rinde a su memoria y a su
corazón el más grande tributo a este hombre modelo de virtudes y demócrata
hasta el fin.
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