SOLEDAD DE TI

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SOLEDAD DE TI

(EB-05 mayo, 2008)

“Soledad de ti, soledad de mi” decía por allí una canción popular. Es que de verdad todos de alguna forma sentimos la soledad de manera negativa generalmente y positiva, esporádicamente. La soledad es inherente al hombre para su supervivencia. Se vive y comparte en comunidad, en sociedad, pero no se puede las veinticuatro horas de un día o los 365 días de un año, compartir el silencio de nuestra propia soledad.

Hay quienes elegimos vivir solos por contentar otros aspectos de nuestra personalidad. Hay los se sienten obligados a estar solitarios por un tema de rechazo a los demás, o por sentirse rechazado a sí mismo. Lo serio del asunto es que estar sólo es una elección o es una obligación. Puede también ser parte de un mecanismo de autodefensa o de una enfermedad. Nuestros impulsos agresivos o pacíficos se ven agredidos o perturbados por encontrar satisfacción en lo que hacemos o elegimos para vivir.

El asunto de la soledad crece y acribilla nuestros sentidos a la manera de un arma letal. Nos distancia de los demás, coloca piedras gigantes en el camino, nos predispone a la tristeza, al llanto y hasta el odio hacia y por los demás. Hay veces los solitarios, suelen sentirse agobiados, desamparados, distantes, acosados, perseguidos, abrumados, y en algunos casos, sedientos de afecto.

La persona solitaria por obligación no posee una idea bien definida del motivo de su soledad. No interioriza la razón, el por qué de su comportamiento alejado de los demás. Convierte en negable toda puerta que se abra para salvarlo y liberarlo de esa soledad sometido al peligro de llegar a agredirse o a maltratarse físicamente. Sin duda que este tipo de soledad está anidado en vivencias psíquicas propias de la infancia, o la adolescencia, difícil de detectar sino analizamos con sinceridad nuestro alejamiento.

En cambio, quienes decidimos por una soledad madura, donde la vida y nuestros actos no se convierten en oscuros, como nuestros vecinos, amigos y familiares no se tornan enemigos. Aprendemos a gobernar nuestro tiempo y a respetar nuestros espacios. A nutrirnos de cultura, experiencias, sanos juicios, y tratamos de prodigar lo mejor de nuestro interior en la docencia, las artes o las relaciones interpersonales. No hay atisbo de desgarros trágicos en nuestras relaciones. Vivimos para un mundo solitario seleccionado, pensado, concebido y sensato. Así el producto de nuestro trabajo, nuestra sonrisa, nuestras alegrías y aún nuestras sorprendentes momentos de sensibilidad a muestra de lágrimas, son propias de un espíritu familiarizado con las conciencias positivas.

Eso explica la soledad de muchos expresada en las redes sociales, en los agujeros del desorden mental o espiritual que nunca tienen término si no se reconocen, aceptan o se recurre a un especialista para ayuda psicológica. Se da por supuesto que quien ingresa constantemente al chat, de manera desesperada porque quiere comunicarse con alguien, indica desde todas luces una falta de entusiasmo y de vitalidad, con un problema grave de soledad escogida.

Cuántas veces ingreso a leer mi correo o a escribir algún documento y encuentro a muchos tratando de prodigarse un amigo que lo escuche, alguien que imaginariamente te haga cerrar los ojos para creer todas las mentiras que se dicen a través de este medio. Entonces surgen los “novios virtuales”, los “compromisos en red”, “los juramentos ingenuos”, las “distracciones sexuales”, las “conquistas apremiantes”, y los miserables que no respetan la dignidad de las personas.

Busco no importa día ni hora, un signo que me haga creer en la ingenuidad de mis principios no claros, o que desbarate la turbulencia de mis ideas para empezar a sobrevivir en un mundo donde la hipocresía, va de mano con la deslealtad al idioma, el pateo de puertas de nuestros principios o los más oscuros confines de nuestra conciencia.

Hoy cuando decidas ingresar a un chat, piensa el peligroso camino que puede terminar compadeciéndote tu mismo y encerrándote en un mancillado e invadido espacio de tu soledad escogida u obligada. Al final, sólo cada cual es custodio de su integridad física y espiritual, cada uno sobrevive a los actos virtuales o reales que buscan destruirnos, cada cual encontrará en el camino de la soledad la lluvia que lavando tu cuerpo, pueda sanar tus leves o profundas heridas gracias al chat.