LA AMISTAD DEL ABRAZO
(EB-16 de julio de 2009)
No soy de los que ven los defectos en otros, pero me interesa conocer bien a las personas, para no esquivar su amistad. Hay gente que quiere ser amiga porque hay intereses de por medio. Están los otros que cruzándose en nuestra ruta, llegan a ser fuertes los lazos de unión y aprecio. Así he conocido a muchísimas personas. Las que con una sonrisa te roban el corazón, las que con un abrazo trasmiten sus virtudes, las que brindando confianza nos hacen partícipes de su intimidad.
Hay amistades que son como un salto a la fama y dan su nombre al nuestro. Las hay las que nos nutren de virtudes o defectos para ensalzarnos ante la sociedad o para humillarnos ante ella. Hay en el diario vivir, las que comunican permanentemente su sentir, y las que calladas nos ruegan podamos enseñarles a hablar. Las que siempre están de salida para lavarse las manos, y las que traducen inteligentemente cada uno de nuestros sentimientos. Hay las que hacen percusión de nuestros defectos y pregonan a los cuatro vientos nuestras debilidades. Las que como una canción, sus actos nos recuerdan con hermosa letra, cuanto que valemos para ella. La amistad incondicional que no le interesa nuestro estatus, ni nuestras ausencias de preparación, para ayudarnos a salir adelante agarrándonos la mano.
He conocido a todas ellas. He aprendido a amar en silencio y a gritos para expresarles que sé cultivar en el jardín de mis recuerdos todas las amistades. Las que son dechado de virtudes, belleza, y encantamiento social. Las que tienen su vida financiada y asegurada en los bancos. Las que carecen de todo y sólo esperan en silencio de mi. Las que pisan a los demás y convierten a los humanos en campos de uvas. Las que son una máquina del tiempo para recordarte siempre tus errores olvidando tus virtudes.
A todas ellas les dedico mi tiempo, mi sonrisa, y mis momentos de lucidez. A todas ellas sé darle el lugar en cada etapa de mi vida porque ha transcurrido mucho tiempo y tengo amigos desde hace décadas. Tengo los que llegan a mi taller para conversar, mientras un vino nos espera en la mesa policromada. O los que se contentan con un café en la tertulia que identifica los momentos.
Están las amistades que toman un teléfono desde otro continente y encuentran respuestas en mis preguntas, y preguntas a sus respuestas. Las que se interesan por mi salud, mi trabajo, mis escritos, mi familia y el clima. Las que me aman con sinceridad ajena a la problemática intimidante de esta época. Las que se proponen interesarme en un proyecto y lo logran con su insistencia. Las que me revitalizan cuando ando con las pilas en procesamiento y crisis. Las que quien estar a mi lado y compartir mis noches y mis días para siempre.
Las que son encantadoras con su visita o permanencia en mi taller, y las que su desorden actualiza la paciencia que no suelo tener. Las que reconstruyen cada miembro de mi cuerpo y el apetito que hidrata paulatinamente mi alma. Las que no viven con reglas, pero respetan las mías. Las amistades que son luz en los momentos oscuros del cada día. Las que son solidarias conmigo cuando la circunstancia apremia. Las que se concentran deportivamente para respetar mi tiempo, cuando entiendes que no es su tiempo.
Así las reglas se van aprendiendo a respetar: las reglas de ellas y las mías. Las que apagan mi fiebre y calman mi sed. Las que no se fatigan cuando mis acciones exigen paciencia. Las que se convierten en atletas, sacerdotes o médicos para saltar mis vallas y enseñarme que la vida es otra. Así el resultado de este vínculo amical, se convierte en el encuentro de almas por un mismo fin: compartir, respetar, abrazar.
Compartir, siempre es urgente. Respetar, es ponerse en el lugar de los otros para evitar rebalsar nuestra soberbia. Pero nada como el abrazo, la cercanía de la amistad y la unión, la característica más preciada del acercamiento, la trasmisión proteínica del amor. Es maravilloso el abrazo sincero, hay veces inseparable, nutriente, la mejor lectura de lo que sentimos, la clave que resuelve los más extraños enigmas, el regreso al presente cada día. El abrazo acerca nuestros cuerpos con los amigos, pero acerca más nuestro espíritu. Todos ganamos con el abrazo, y cada vez que abrazamos, estamos regresando al mundo real, al humano. Sólo los humanos podemos darnos abrazos. Exteriorizamos lo que guardamos, somos tolerantes y sinceros a la vez, imaginando lo que debe también sentir la otra persona que abraza. El abrazo es comprensión y paciencia, nos aleja del peligro de la indiferencia, de la distancia egoísta, de la resignación decorada con tristeza. El abrazo siempre es el mejor soporte para la amistad, siempre afianza nuestra personalidad, siempre recuperamos energía cuando lo damos o recibimos. El abrazo marca siempre un horizonte positivo y una maravillosa sensación de permanente paz….¡Viva el abrazo!
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