PENSAMIENTOS
CON EL EGO
(EB -
12 setiembre 2013)
Estos días han servido para
meditar acerca de cómo llevo mi vida. Pienso
que hay distancias que no puedo acercar en mi familia. Hay una urgente
manera de derrotar la desunión, la envidia, el rencor, la apatía, la soberbia, el
resentimiento, tan urgente, como cada respiro en mí día a día.
He sentido que el pedestal
de mis sueños se venía abajo y que naufragaban en un inmenso mar mis
pensamientos. Pálido asistí a un tratamiento accidental médico y oportuno.
Ahora cinco puntos sirvieron para intentar cicatrizar mi cabeza herida. Luego
vino el sentimiento de culpa, la derrota de mis músculos de adulto mayor, el
arrepentimiento del niño que guardo dentro, el silencio de mi sombra y el grito
de mis pesadillas.
Con urgencia necesito
acercarme a Dios para no caminar de espaldas a la realidad, para tratar de
seguir evolucionando del hombre mono al homo sapiens. Y estoy aquí, de
rodillas, inclinado ante el cielo para suplicar encontrar el camino, donde como
un apóstol y predicador en sus últimos días, pueda reconstruir todo lo que en
mi familia se ha resquebrajado.
Qué duro y qué difícil se le
hace a la gente perdonar, aunque siempre buscan ser perdonados. Que oscuros y
extraños pensamientos y sentimientos guarda cada persona dentro de sí, y dentro
de la nada.
Somos todos víctimas y
victimarios de nuestros caprichos, de la apatía de un corazón que late y siente
los momentos como eternos. Como que hay un día en donde todos llegaremos juntos
para perdonar aún cuando nuestras manos se vuelven garfios para seguir apretando
el cuello de los otros. Qué duro es el camino, qué difícil es convencer a otros
que el perdón dignifica nuestras vidas, que somos micrones ante un mundo
idealizado y sin memoria ni en la mente ni en el corazón.
Hay veces pareciera que toda
la sal malévola de la tierra ha sido derramada en la cabeza de las gentes. Hay
veces el odiar se hace matinal y como una tiara se mantiene en nuestra cabeza
como predicadores del miedo, de la mirada esquiva, del abrazo ausente, del odio
sin penitencia, sin miedo, sin amigos….no entendiendo la intimidad y actuación
de la gente.
Este último fin de semana,
ha servido para aprender a amar a mi enemigo, y a perdonar mis imperfecciones,
en una ruta oscura que hay veces nos conduce torciéndonos la vida. Me he dado
cuenta que sigo siendo el Adán de arcilla y agua, dispuesto a ser modelado otra
vez por la divina mano.
Este último fin de semana mi
vida estuvo trisada al viento, frágil en su fuerza, ajena a la energía para
amanecer allí despojado del aplauso, los honores y la gloria cambiados por la
pequeñez que somos como humanos, y caminando ciegos por un mundo que debe
aprender a perdonar, a sonreír, a escuchar, a agradecer, a entender a los
otros,para que podamos todos mojarnos de la lluvia ligera del flautista de
nuestros cuentos de niño.
Ahora quiero seguir
intentando crecer, cuidar mi cuerpo tanto como mi espíritu. No marearme jamás
con el aplauso ni el reconocimiento, ver que hay otros mundos, otras gentes
donde lo humano se trastorna en divino porque existe el perdón, el beso, la
sonrisa, el amor en la plenitud de su expresión.
Estoy aprendiendo aún, que
existen luces en el canal que me conduce poco a poco en mi barca hacia el
encuentro con nuestro Dios. Estoy agradecido que encuentro en mi Dios, la
consolación, el perdón, el despertar y que aún… existen.
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