HOY ES JUEVES
(EB-
8 agosto 2013)
Me
levanto tarde (9 de la mañana). Llega Carlitos Rivera mi Asistente en la
computadora. Tengo encima mi chaqueta verde mal abotonada. Recuerdo que en otra
vida pude haber vestido mejor. Después una ducha caliente y un buen tratamiento
a los dientes, un franciscano desayuno y una breve información de las siempre
desagradables noticias de nuestro país. Parece como que todos los demonios
prevalecen en esta gran habitación de costa, sierra y selva, para intercambiar
acontecimientos cotidianos de crímenes, violaciones, incendios, atropellados,
puentes derribados y ómnibus resbalándose por las alturas de nuestros andinos
corredores.
Vamos
a la computadora y empezamos un ritual que me acompaña hace varios meses
escribiendo unos libros de Educación Artística para el Ministerio de Educación
del Perú. Es un concurso, nadie sabe si lo gana hasta que se lo anuncian. Yo
espero ganar.
10
de la mañana y el frío no cesa, doy vueltas en el banco auxiliar y siento mi
alma y mi cuerpo recortados en lo imposible de cualquier modificación por
sentirme mejor. Es duro soportar el frío en estas semanas. Cada día es peor.
Así busco la ocasión para comiendo un chocolate o tomando un café pueda
alcanzar ese calor corporal que termina por desnudar hasta mi alma fría como un
témpano.
Iniciamos
nuestra tarea, ambos conversamos de lo ya escrito. Opinamos sobre los diseños,
y buscamos información en biblioteca e internet para mejorando nuestros libros,
podamos también ilustrar a nuestros alumnos peruanos.
Han
transcurrido 5 horas de arduo trabajo y nos dirigimos a un restaurante chino a
saborear una rica sopa wantan y un pollo en salsa de tamarindo. La piña es un
buen maridaje con lo seco del pollo, y el tamarindo aparte del sabroso sabor
dulce, permite que la aspereza del arroz chaufa resbale suavemente hasta
nuestro angelical estómago.
Son
las 4 de la tarde y estamos en una reunión en la editorial interesada en mi
producto didáctico.artístico. Conversamos sobre las correcciones que hay que
hacer, los colores que están lindos, los argumentos que son ideales y la
belleza que adquiere un libro cuando para hacerlo se pone alma, corazón y vida.
El corrector de estilo opina a favor, la asesora de publicaciones nos da
sugerencias, los aderezos de una conversación pedagógica, deja un silencio para
meditar sobre lo esbelto que puede ser un producto salido de mi cerebro y de
mis manos…todavía.
Salimos
del lugar, tomamos un taxi y regreso a casa a las 6 de la tarde. Entonces me
dirijo a mi taller e inicio un periplo sobre cartulinas para crear las páginas
que anuncian las unidades o lecciones de mis libros. Luego pinto sosteniendo
con energía los pinceles en mis manos. Lavo y limpio cada cierto tiempo los
mismos y finalmente los seco y los dejo reposando para otra sesión al siguiente
día.
Ahora
estoy en el comedor, consumo un apetitoso café con tostadas y mermelada de
fresa, mientras miro nuevamente la televisión con las mismas noticias de ayer,
de esta mañana y de esta noche.
Me
duele terriblemente la espalda. El frío es más cruel aún en horas de la noche
en mi amada Lima. Espero no se desate una lluvia torrencial, porque es
destruiría media ciudad de adobe, caña y barro. Estoy y me siento como
ensordecido de los suspiros que escucho cercanamente en mis palomas, esas que
en mis cuadros sólo sonríen, observan, cantan y acurrucan a sus crías.
Así
llegó las 10 de la noche. Una copa de aguardiente me caería bien, pero nunca lo
he tomado. Hay un frío agresivo que me obliga a abrigarme con pijama de polar,
medias de lana hasta las rodillas, bufanda de lana, y bata de algodón. Encima
una sábana, una frazada doble de alpaca, un cubrecama de plumas, y un poncho de
la mejor alpaca serrana. Sólo así puedo entregar mi sueño a los brazos de
Morfeo. Sólo así puedo estar seguro que volveré a abrir los ojos para disfrutar
otra mañana helada. Pero mañana al fin, que devolverá a mi cuerpo el calor de
un mate o un café y regalará a mi vida el aromático olor del triunfo, del
trabajo, del ser útil, de huir de la vejez, sacando siempre de mi bolsillo una
moneda o un billete que calme mi sed, mi hambre y mis necesidades de todo ser
humano pensante, inteligente y productivo….hasta el espejo de enfrente. Así
sea.
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