“SUEÑOS DE
AYER Y HOY”:
JOSE CARLOS
RAMOS
(EB-20 octubre 2012)
Hay historias que se tejen alrededor
de los artistas. Generalmente, hay mucho de incierto en los relatos, lo que
finalmente debe interesarnos es su trabajo. Los artistas expresamos de una manera
muy personal nuestro mundo, el pensamiento, nuestra imaginación. Es nuestra comunicación
utilizando en el caso de los pintores, el color y la forma, lo que los otros
hombres se sirven de la conversación y los gestos, de la imagen o los sonidos,
de su cuerpo o el espacio.
Hace algunos años en la desaparecida
galería del Banco de Comercio en San Isidro se inauguró una exposición del
artista peruano José Carlos Ramos, quien en su periplo obligado y como pocos en
la plástica de nuestro medio, exhibe hoy en New York o Miami, mañana en Suiza o
Río de Janeiro con la facilidad de un viajero empedernido.
Ramos es serio y reservado, a veces
muy hablador y en ocasiones aparentemente frío, ido, pero con gran humanismo,
el que guarda con hermetismo para ocasiones casi secretas, pues jamás hace
alarde de filantropía, de sus afectos o sus recuerdos. Nacido en Izcuchaca,
pueblito del interior de los Andes (Huancavelica) y siendo aún alumno de la
Facultad de Arte de la PUCP (antigua Escuela de Artes Plásticas), obtuvo la
responsabilidad de representarla y ganar la medalla de oro del “II Salón
Latinoamericano de Grabado Universitario” en Córdova (Argentina).El mismo año
1966 ganó el tercer premio del “II Salón
de Grabado del ICPNA” en Lima. Al año siguiente (1967) obtuvo el primer premio
del “III Salón nacional de Grabado del ICPNA”.
La novedad del premio y la técnica
llamada “Cartongrafía” creada por Ramos dio la vuelta al mundo, ese año 1968
siendo partícipe del “Concurso Internacional de Grabado de la Casa de las Américas”(La
Habana-Cuba), su obra fue declarada “fuera de concurso” pues el jurado no la
acreditó como “técnica de grabado”. Sin embargo su talento se impuso y
participó como grabador en San Juan de Puerto Rico y en Medellín, Bogotá, Santa
Marta, San Andrés (Colombia) en importantes muestras.
Desde entonces a la fecha, Ramos ha
recorrido centros culturales y galerías de arte en Europa, América y Lima. La
obra de Ramos se caracteriza por ser paciente, profunda, analítica y
extremadamente laboriosa. Posee un lenguaje universal, cotidiano, comprensible
no importa edad, raza, creencia, instrucción, ni nacionalidad para lograrlo.
El público quiere encontrar en el
arte la tranquilidad, la espiritualidad y comprensión que la vida diaria no le
brinda. He allí el mérito de la obra de Ramos, llena de fantasía y de una rica
imaginación, amén de un color que satura nuestras pupilas con agrado, sin dejar
por ello el tratamiento moderno de los temas con gran sensibilidad y con
perfecta destreza en óleo, acrílico o técnicas mixtas. Ramos, ha sabido
imponerse en nuestro medio y en otros como un artista que para expresar lo
peruano no pinta indios con sombreros o chullos, llamas o telas incaicas. En la
muestra que entonces presentó en el Banco de Comercio, de distinguen tres etapas
por las que ha pasado en las dos últimas décadas (1970-1990): el paisaje rural
o citadino, el retrato de personajes ilustres o comunes y sus paisajes naif.
Estos últimos hacia lo onírico que el artista ha retomado de sus cuadros
iniciales. En los primeros existe la nostalgia de lo que el modernismo en
arquitectura y construcción va destruyendo de nuestra ciudad (“Lima con río”,
“Centro de Lima”, “Lima con jardines”).
En la segunda, sus retratos como el
de “Simón Bolívar” el libertador se presenta taciturno y en el fondo los
pueblos se hunden en las profundidades andinas sin esperanza o con exceso de
ella. Su obra “Guitarrista”, nos ofrece un personaje híbrido y demacrado, cuyos
cabellos se desordenan en la bohemia cotidiana. Y en la última etapa sus
“caballos” marcan un hito importante de su larga producción. Siempre son
caballos con facciones delicadas, de movimientos graciosos, de formas pícaras y
estimulantes. Pero no sólo existe en su universo maravilloso caballos, también
están los elefantes, los unicornios, los camellos, las lechuzas y las
serpientes, flotando en vuelos imaginarios, algunos melancólicos, expresivos
sin necesitar palabras. Algunos de sus caballos, aparecen como abrumados, sin
perder su encanto como aplastados por los huevos que simulan ser flores. Hay
caballos solitarios, algunos emparejados buscando el romance o la relación
intrépida y agresiva.
Hay un perfecto equilibrio del color
y las gamas se tornan familiares. Son como sueños de una deliciosa noche de
verano, o un jardín de las delicias, donde lo místico y lo profano se mezclan
en armónica algarabía. Sus cielos estrellados, azulinos, rojos, naranjas o
negros, sirven de marco para follajes que surgen de los sitios más inesperados.
Sus bosques con helechos superpuestos palmeras cimbreantes, flores
inimaginables, que semejan huevos fritos.
Allí donde utiliza la perspectiva,
las formas se convierten en angelicales, decorativas y por qué no domésticas.,
Todas sus figuras destacan en fondos llenos de flores y hojas. Flora de un Edén que sólo existe en sus cuadros, que
contribuyen caritativamente en violencia cromática, arrojando destellos de luz
dinámica y total. Mientras sus tonalidades blancas se agitan en la inmensidad
de sus cuadros, logrando el mismo encantador efecto en sus formatos pequeños.
En la muestra “Sueños de ayer y hoy”,
José Carlos Ramos nos trasmite un mundo de ingenuidad, energía y sacralidad de
la naturaleza regalo de Dios. Si Ramos ha pretendido trascender en la vida, lo
está logrando con su orgullo de ser peruano, trabajo diario y duro, seriedad en
sus compromisos y una obra que habla de un talento pocas veces visto, de manera
imparcial, pero sobre todo por la sencillez que trasmite en cada una de sus
pinturas.
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