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A PROPÓSITO
DE UN HECHO
(EB-20 octubre 2012)
Hace unos días recordaba lo que
significó hace algunos años la triste noticia del asesinato de un sacerdote en
el interior del país. Nos conocimos en los años 50’en Arequipa- Entonces yo era
un seminarista en el colegio seráfico de Tiabaya en Arequipa. El sacerdote
Tarsicio Padilla, que así se llamaba, se caracterizó siempre por ser muy
abierto, jovial, sonriente y de buena pinta. No recuerdo haber sido testigo de
sus elocuentes sermones desde el púlpito de la Iglesia de San Francisco en esa
ciudad, pero si recuerdo su voz serena y
pastosa, como sermoneando a todos, con el regalo de su sonrisa
Sacerdote o no, es otra víctima
cotidiana que cobra la delincuencia como la cuota del hambre de una sociedad en
la que vivimos integrándola. Ejemplar o no, el sacerdote Padilla es el
sacrificio que se paga a la indiferencia de la época y la frialdad frente al
prójimo. Es un nombre más para añadir a los anales del egoísmo de cada
conciencia.
Muchas veces presenciamos asaltos,
abusos, robos y pensamos sólo en nuestra integridad, en los intereses que vamos
creando sin saber para quien, en los deseos de seguir amasando la fortuna de la
indiferencia, de la deshumanización paulatina. No sólo vemos el caso del sacerdote
Padilla, pensemos que vez hay más
personas que nacen o surgen a la delincuencia que la sociedad en decadencia
genera y fabrica cada hora. Se pretende moralizar y somos como los postes del
camino que marcan a dónde ir, pero no se mueven.
Cada vez hay muchos jóvenes que
abrazan la delincuencia como una
vocación fallida para otras actividades humanas positivas. Antes que ellos lamentablemente,
hemos los mayores, delinquido destruyendo nuestro matrimonio, habituándonos a
las malas costumbres, congraciándose con lo marginal, recibiendo coimas,
falsificando documentos, alejándonos de lo que debemos defender como ejemplo para los jóvenes. No
sólo podemos constituirnos como fiscales para castigar sus errores, porque tampoco dejamos muestras de valores para que
los imiten.
No pretendo con lo expresado,
defender la trayectoria equivocada de nuestros jóvenes de hoy, pero me siento
adulto culpable por el mundo carente de valores, principios morales que se han
desmitificado, un mundo donde resulta ya natural asesinar a alguien y sentarse
a verlo por la televisión o leerlo en un diario como simple espectadores del
morbo.
Es fácil ser espectador, lo bueno
sería ser todos partícipes de la construcción de una sociedad nueva, donde
niños y jóvenes no olviden nunca el valor de la vida humana, y lo importante
que es conservarla.
En el mundo entero sea Japón. China,
Francia o Estados Unidos todos los días nace un asesino y muere un Tarsicio
Padilla. Lo que debe hacernos reflexionar acerca de lo mal que estamos
propiciando y llevando las cosas. Y de qué manera podrá ser insoportable un
mundo dentro de veinte años.
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