LA FAMILIA
La
familia es un mal necesario. Es como una alfombra polvorienta que hay que
limpiar cada cierto tiempo desde cualquier esquina, con el fin de mostrar el
lado bello de la relación entre parientes. Son innumerables los problemas que
surgen, sobre todo cuando se llega a la adultez, cuando cada cual quiere
encerrarse en su vehículo, buscando una aureola de yo no fui, para disculpar
sus habladurías, su mala cara, su soberbia personal, su actuar ondulante frente
a los otros.
En
la mía ya no existen los abuelos, y los que quedamos nos hemos convertido en
ellos. Así la prole se ha multiplicado y seguirá multiplicándose por los
siglos. Algunos son ilustres envidiosos de los triunfos ajenos, otros son como
los tocadiscos que bailan de acuerdo a la música que le programen, otros actúan
melancólicamente como queriendo encontrar consuelo en los gestos, y están los
que con su soberbia y capricho, quieren manejar la autonomía de todos.
Personalmente,
me interesa irme de este mundo llevándome bien con todos, No pelear por cosas terrenales
que no podré llevar por más que las quiera. Aquí quedarán mis pinturas, mis
escritos, mis videos, mis fotografías, mis adornos, mi ropa, mis libros, mis
zapatos, mis chalinas y mis guantes. Aquí se quedarán las cosas lindas que me
escribieron y escribí en determinado momento. Quedarán los artefactos que
hicieron más fácil el vivir, y el polvo que sobre todas esas cosas se ocultaba
para hacerme creer en la limpieza semanal bien hecha.
Aquí
se quedaran por un tiempo más mi hija, mi nieta, mis hermanos, mis sobrinos,
mis primos, mis sobrinos nietos y mis sobrinos tataranietos. Se quedarán aquí
mis alumnos, mis exalumnos, mis clases programadas, mis temas pintados una y
mil veces por ellos y su corazón latiendo por mí en la ausencia física. Aquí
yacerán por un tiempo más las personas que amé y las que he amado, las que
cantaron conmigo en primavera y las que abrigaron mis sueños en invierno. Aquí
seguirán creciendo mis buganvilias y las hojas cambiarán cual ropaje, cada día.
Aquí mi poesía se convertirá en triste nostalgia para recordar lo que fui, el
mareo que produce la fama, para hacernos creer que somos inmortales, y que las
luces siempre iluminarán nuestra silueta. Aquí se quedará el muro de mis
lamentos personales, del frío que cala mis huesos, del sol que quema mi piel
sin mi permiso, el fresco aroma del mar y el sonido metálico de los ríos. Aquí
y desde entonces, me recordarán que anduve entre las gentes, que hice agujeros
en el alma para fortalecer conciencias con mis consejos, que acaricié las manos
de la persona amada, que no conocí cruz de madera por cargar anticipando una
muerte no anunciada.
Pero
lo que más me apena, es que tenga que irme dejando odios, mutilación de
afectos, ausencia de los abrazos, incomprensión, caretas de orgullo
inexistente, escenas del silencio donde la sonrisa se ausentó un día y la
envidia se estableció como una monarquía impuesta. Me apena que mis
descendientes no miren el sol y asomen de su balcón para tocar las manos de sus
primos, sobrinos y tíos. Me apena que no se desprenda el mito de creer que la
inmortalidad es nuestra y los demás mueren cada día.
Creo
que es la hora de la familia, de los que desaíran con una mirada, y de los que
sacan su flauta para entonar hermosas melodías. Es la hora de la familia para
cantar juntos en el mismo coro y jugar
como en sus mejores días, cuando todos sonreían.es el momento de la familia con
vientos que soplan mejores, con ausencia de miedos, con caminos donde sólo
detienen los abrazos, para lograr la libertad de seguir amando, y seguir
viviendo…..