UNAS SON DE
CAL Y OTRAS SON DE ARENA
El dicho que titula el artículo, bien
puede ser la crónica que delata la arriesgada vida de los artistas en el mundo,
pero no es mi caso. Hay una mano limpia y protectora para mi trabajo y mi
propia existencia. Es un ser superior que no me exige penitencias extremas, y
que con bondad protege cada momento, para saber que todo tiene sentido.
El año 2004 marcó importante etapa en
mis metas como artista. Después de ganar en julio el concurso internacional de
pintura “Colores para Antioquía”, pude recibir la grata información que mis
pinturas habían sido seleccionadas para ilustrar cuatro (04) latas que la firma
Repsol, sacó con un producto navideño como es nuestro clásico panetón. Pensaron
vender 100 mil (hasta agotar el stop) y se vendió 350 mil latas en toda esa
campaña navideña que empezó un 18 de octubre de ese año.
Recuerdo que la publicidad en los
periódicos y en los grifos de la empresa, grandes cartelones anunciaban el
producto y al artista cuyas pinturas decoraban los envases.
En mí como siempre, un
estremecimiento vinculaba el hecho de un pueblo pintado con mis diseños, y un
producto navideño vendiéndose por millares. Fue una buena cosecha de publicidad
y un punto más para mi ahora dilatado currículo como artista plástico.
Me contenta acompañar este artículo
con un recuerdo visual de lo que fue esa etapa importante de mí correr como
pintor en mi propio territorio.
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