DE MUSEOS Y OTROS PECADOS
Grande
ha sido mi sorpresa, cuando hace pocos días quise hacer una visita con dos
amigos extranjeros, que llegan al Perú para informarse in situ de lo que ellos
creían era el paraíso del orden y la seriedad en cuanto a nuestros restos
culturales. Ahora me explico el por qué del celo de colecciones privadas (Museo
de Oro, Colección Polli, etc) que son un ejemplo particular de lo que debe
hacer el gobierno de turno con respecto a los documentos materiales, que han
trascendido épocas, gobiernos y revoluciones, para mantener la cultura viva en
su expresión.
Y es
que estamos tan acostumbrados a la improvisación, a desvestir un santo para
vestir a otro, en disfrazar nuestro pasado cultural e histórico, en querer
engañar a la gente con bla,bla,bla, que nos parece natural que se estés
desmantelando el Museo de la Nación poco a poco, sin que el gobierno central, ni
el “ministerio de cultura”, ni los entes propios del Estado peruano que tienen
que ver con la historia, la arqueología, las artes, la cultura en general,
brinden una explicación de este magnicidio propio de cavernícolas.
El
Museo de la Nación fue un soñado proyecto del presidente Fernando Belaúnde,
quien en su actividad de arquitecto dio valoración de nuestro patrimonio
reunido en un solo museo nacional. Este estaba trazado para levantarlo en la
esquina de la Av. Riva Agüero y Av. Venezuela frente a la actual Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
Cuando
ingresó al presidente Alan García en su primer gobierno, creyó conveniente dar
utilidad al edificio que entonces ocupaba otro ente dormido, como es el (BN) Banco
de la Nación. Entonces se construyó y trasladó este a la esquina de Av.
Arequipa y Av. Javier Prado. Fue el momento para que en calidad de préstamo de
conventos, instituciones de la Iglesia, coleccionistas privados, culturosos
amantes y guardianes de nuestro patrimonio, prestaran algunas de sus piezas al
flamante Museo de la Nación de Av. Javier Prado.
Recuerdo
haber asistido allí cuando no se había inaugurado y estaba lleno de empleados
del gobierno de turno en todas las áreas y servicios de porteros,
ascensoristas, conserjes, guías de turismo y otros tantos adictos al régimen de turno.
Recuerdo
aún cuando mis alumnos de un instituto de turismo donde dictaba la cátedra de
Historia del Arte, hacían sus primeras incursiones con las expresiones
culturales de nuestro país en el lugar donde se guardaba.
Han
pasado muchos años, el museo se mantuvo como un apéndice importante de otros
importantes museos de nuestra ciudad. Lima es una ciudad que alberga más de 50
museos en todo su territorio, sin contar los que perteneces a las provincias
del departamento. Los peruanos alguna vez como mínimo nos hemos encarado con
nuestro pasado histórico, visitándolos y aprendiendo a valorarlos.
Además,
se pensó que alrededor del Museo de la Nación se podría crear un emporio
cultural como lo tienen las grandes e importantes ciudades del mundo en los
cinco continentes. Así surgió después la BNP(Biblioteca Nacional del Perú), y
más tarde el Teatro Nacional.
Mis
amigos extranjeros y yo quedamos sorprendidos cuando de un edificio de tantos
piso, solo se muestra nuestras piezas culturales en una o dos salitas pequeñas.
No tiene sentido tamaño edificio para llenarlo de oficinas y espacios
comunitarios para burócratas del gobierno de turno. Extirpar de él los
elementos que motivaron su apertura, es un crimen imperdonable. Y la existencia
de un ministro de cultura, no hace más que acentuar la efervescencia de
hipocresía y sobonería (franelas, compadrazgo, etc) que agrada y complace tanto
a los políticos. La historia los juzgará como cómplices de este pecado.
Es
menester que si las instituciones del estado que están obligadas por ley a
cuidar de nuestro patrimonio y no lo hacen, los peruanos pensantes y amantes de
lo nuestro hagamos llegar nuestra voz de protesta a nivel internacional, para
demostrar que los museos nacionales se construyen y mantienen para alimentar la
mente y el corazón de los peruanos de mañana, los de hoy y de siempre...Y a las “autoridades y
funcionarios” que permiten esa depredación de lo nuestro, que la historia los
juzgue y se grabe como grave pecado el
no defender con su renuncia, el destino malévolo y final de nuestro
museo nacional.
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