OTRO INVIERNO DE VIDA
(EB-
22 mayo 2013)
Me
levanté esta mañana como tú, como todos. Al poner el primer pie cuidadoso en la
calle, dije “…ha llegado el invierno” y mientras la llovizna mojaba
paulatinamente mis blancos cabellos y mi
cara, repetidamente sentí ese frío rico que nos empalaga cuando llega esta
estación del buen vestir, el rico café y el delicioso vino. Así amanecerá desde
hoy nuestra Lima, así las cosechan serán más prósperas, y cada amanecer será
una sorpresa para ver cuando demos la primera mirada a la calle.
Ya
no más baño y caminar desnudo dentro de casa, ni danzar de prisa en una piscina
por más que sea temperada. Ya no veremos estrellas brillando en el cielo, ni un
sol levantándonos a la mañana. Será equidistantes como en un pentagrama
paralelos nuestro abrigo y nuestro frío. Danzaremos imaginariamente de vereda a
vereda, como aquella canción de “…pasito a paso otra vez”. Nuestros brazos ya
no lucirán los tatuajes, pulseras y reloj del verano. Nuestros ropajes se
moverán al compás del viento, y nuestra
sonrisa despertará nuestros músculos de la cara, para hacerlo sin ironía.
Así
pasarán las horas, los días, las semanas y los meses, repetidos tiempos de
otros inviernos idos. Nuestros pensamientos serán pequeños y nuestras manos se
juntarán cíclicamente por el frío. Haremos la tarea de todos los días.
Pasaremos del tiempo al tiempo, nuestros bolsillos térmicos calentarán nuestros
dedos, y renacerá la canción del olvido.
A
veces agitados, otras corriendo, y nuestros zapatos mojados permitirán hacer
negocio a los lustradores, y a los zapateros, sino es finalmente al basurero.
Los almacenes se llenarán de clientes buscando el abrigo, y los borrachos
consumirán los licores malos de las cantinas. Nuestras narices estornudaran,
mientras las bocinas de los autos nos despiertan del letargo de la estación.
Invierno para guardarse dentro y no exponerse afuera.
Invierno
de calles mojadas, y jardines bellos, de taxis que corren y aves descansando
metódicamente dentro de sus nidos. Estranguladas chalinas darán vuelta en
nuestro cuello y guantes gruesos abrigarán nuestras frías manos. Nuestras
narices destilarán gotas rotas de agua, mientras nuestra garganta emitirá
guturales y extraños sonidos recordándonos al hombre de la prehistoria.
Allí
estaremos tú y yo, tal vez unidos por el viento. Tú y yo hablando desde nuestro
móvil para decirnos lo mejor, a distancia, como mirándonos en una pantalla
gigante y añorando otra primavera. Allí estaremos como tijeras cortando el
viento, como lagunas colmando sus aguas. Al final un paño, como salido de un
mito donde los dioses sólo conocen la primavera, nuestra inacabable pereza
encontrará la libertad del verano que se fue. La libertad del movimiento que
permite volvernos amar, aunque sea …en este invierno.
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