CUÁL ES LA DIFERENCIA?
(EB- febrero 2010)
(EB- febrero 2010)
A propósito de los permanentes ataques al Vaticano y a la Iglesia Católica, como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, para involucrar en todo lo sucio a los católicos y a sus autoridades. Debo aceptar que siendo los creyentes casi la tercera parte de la población mundial, es natural que el descontrol, la corrupción, y el libertinaje se muestre y se publicite como que todos los católicos tapamos las cosas o estamos involucrados en lo oscuro.
En todos los grupos humanos religiosos, políticos, deportivos, artísticos, se da los malos ejemplos. La inmoralidad, la falta de ética, las coimas, los productos de la seducción y corrupción, están allí en la sombra o abiertamente para escandalizar, o para desde la perspectiva de grupo, hacer daño.
Entonces surge la pregunta ¿cuál es la diferencia? La diferencia entre la fe y la creencia. La fe tiene que ver más con lo sentimental, la sensibilidad del individuo…la creencia con lo racional, con la inteligencia. La creencia es una idea cotidiana que puede ir cambiando, según la experiencia. Con la fe no necesitas ver para creer. Si no tienes fe, no tienes esperanza. Las promesas de Jesús están cimentadas en la fe. Por ello quienes somos cristianos en general y los católicos en particular, debemos aprender que la fe es una manera de actuar en la vida, aplicando las enseñanzas de su principal promotor.
Las circunstancias que llevaron a “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, es circunstancial, hereditaria, ejemplarizándola en el comportamiento de quien se ciñe la tiara pontificia en Roma. Pienso, con las disculpas del caso, que los católicos debemos ser un reflejo lo cotidiano, natural y acostumbrado de los evangelios, sin llegar a extremos (cucufatería, golpes de pecho, castigos corporales, penitencias sangrantes, clavada en la cruz, etc)…El catolicismo debe alimentarse de una nueva piel, reflejo de las buenas costumbres, ajenas a los escándalos que hoy mueven al Vaticano, señal de que las fuerzas decadentes y demoníacas están aún enquistadas en lamentables cargos de las autoridades eclesiásticas.
Los católicos no sólo debemos ser practicantes de la doctrina de Cristo, sino desarrollar un nuevo embrión con la mística de los primeros cristianos. Tener la imagen de Cristo en un primer plano, donde nuestros actos digan de lo mejor de nuestra materia viviente, con la espiritualidad que es mucho más necesaria en un siglo de dudas, ateísmo, disminución de los valores, y ninguna o poca razón para crecer como seres civilizados, y peor aún como humanos creyentes en algún tipo de fe que haga de cada cual un modelo a imitar, una doctrina a seguir, independientemente de lo que otros creyentes como nosotros, estén desvirtuando lo sagrado de nuestra fe.
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