LA HISTORIA NO DEBE ESCRIBIRSE CON SANGRE
ARTHUR GHUKASIAN, se llama el
periodista armenio que dirige un importante periódico en España. Hace unos días
me pidió escribiera un artículo sobre el “genocidio” del pueblo armenio por los
turcos otomanos en el siglo XIX. Aproximadamente 3 millones de ellos fueron
sacrificados con diferente tipo de torturas. El año próximo se celebrará en el
mundo un importante aniversario de este capítulo de la historia de esta etnia cristiana.
Para mayor
información de mi artículo pueden leer aqui debajo el articulo o ingresar a: La historia no debe escribirse con sangre — VegaMediaPress | Noticias de Murcia
En
los tumultos deshumanizados del hombre, en el deambular permanente por
desacralizar a los otros hombres, parece
ser que no aprendemos de la historia, las muchas ventanas que se abren para mostrarnos
masacres, violaciones, muerte, deportación, castigos severos, violencia extrema
y dolorosa destrucción del núcleo familiar escritos con sangre y desesperado
dolor, en diferentes partes de nuestro planeta.
Hoy
mejores vientos nos devuelven el respeto por la dignidad humana, una casa donde
podamos vivir todos, un pan de cada día, y por qué no un abrazo con la
esperanza de respetarnos los unos y los otros.
Todo
esto, a propósito de conmemoraremos el próximo año, el genocidio armenio. Conocido
también como “holocausto”. Entre 1915 y 1923 el pueblo armenio (cerca de dos
millones de personas) fue cruelmente perseguido, maltratado, deportado,
exterminado, durante el gobierno de los jóvenes turcos en el llamado Imperio
Otomano.
La
República de Armenia, es un país del Cáucaso Sur y sin salida al mar. Hoy
comparte frontera con Turquía y sigue siendo un estado unitario,
multipartidista y en permanente proceso de democratización. Es un país
transcontinental porque se sitúa en un lugar clave entre Europa y Asia. Siempre
ha poseído y aún posee un rico patrimonio cultural.
Para
sus enemigos, su fe cristiana que desempeña hasta hoy un papel importante en su
historia y en su identidad, fue una de las causas de la persecución. De esta
manera la etnia armenia inició su viacrucis cuando el 24 de abril de l915
fueron arrestados sus intelectuales por las autoridades otomanas, Razón
suficiente para recordar cada 24 de abril el “Día del genocidio armenio”
Los
armenios prisioneros, fueron obligados a realizar marchas forzadas en
condiciones extremas, lo que diezmó la población. Privados de la posibilidad de
cargar medios para su elemental subsistencia, marcharon cientos de kilómetros a
través de desiertos inhóspitos y territorios agrestes, siendo víctimas de
hambre, sed y privaciones varias. Más aún, los sobrevivientes fueron robados,
violados por los guardias que en vez de protegerlos combinaron sus atropellos
con asesinos y maleantes en el trayecto hacia una tierra inexistente. Una
tierra oscura como una permanente celda que castigará por el resto de sus días,
el sólo hecho de ser armenio. Sin una voz rebelde que levante el grito para
defenderse, sin una comunidad internacional que encuentre el amparo y la
redención de este pueblo de seres humanos como nosotros.
Este
capítulo nefasto de nuestra historia está considerado el “primer genocidio
moderno” y muchos países del mundo creen que efectivamente fue “genocidio” este nefasto capítulo del siglo
XIX. Hoy 42 estados de los Estados Unidos de Norteamérica reconocen
oficialmente y de forma abierta el genocidio armenio. Las artes visuales (cine,
arquitectura, escultura, pintura, teatro) y las auditivas (música) entre otras,
nos recuerdan este sufrimiento
innecesario de este pueblo, a la vez que demuestran en sus expresiones, coloquial empatía.
Fue necesario dos siglos después, que las naciones
libres del mundo reconozcan como “Nación leal” al pueblo armenio porque nos
enseñó a vivir en armonía con otros grupos étnicos, como lo hizo con los del Imperio Otomano de
entonces a pesar de la crueldad y el maltrato sufrido.
Pero
también es importante, no poner palancas al desarrollo de las comunidades
diversas en un mundo civilizado de hoy. Que nuestras manos sirvan para abrigar
y no para castigar. Que acompañemos logros en la ciencia, la tecnología y
tantas expresiones civilizadas para hacernos responsable de nuestra magnitud
como seres humanos de paz. Solo así los acuerdos entre naciones libres y
soberanas, permitirán la continuidad del respeto, la solidaridad y el bienestar
de todas las etnias del mundo.
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