UNA PLACA PARA ANTIOQUÍA
(EB-11 octubre 2011)
Hay satisfacciones que te va dejando la vida. Como que te vas haciendo propietario de las gracias y las felicitaciones que te obsequian los demás. Como si tu casa, tu taller, tu corazón y tu mente fuera el apacible lugar donde llegan las aves para trasmitirte todo lo hermoso y lo bueno que desean los demás para ti. Eso es lo que viví el sábado 16 de julio en Antioquía.
Conocí al ingeniero Benigno Gómez Escriba, reciente alcalde y su atenta esposa Ana. Departí horas con las autoridades de la Cuenca Media del Río Lurín, y muchas personas que me acompañaron a la develación de la placa de mi autoría, después de 7 largos años. Me sentí propietario de la algarabía de este pueblo andino, con usos y costumbres costeñas. Me agradó la sociabilización de los lugareños y los visitantes. La multiplicación de los alimentos para agasajarnos y atendernos de la mejor manera. La solemnidad que imprimieron las autoridades al acto y la alegría desbordante de muchos de los asistentes. Me sentí una estrella en la pasarela de una filiación a partir de ahora, totalmente histórica. Y dejé atrás mis estados depresivos, mis manías de quebrarme ante el dolor, la sombría escritura de mi poesía, porque lo único que destaca cuando llego a este pueblo es la bienvenida de sus colores. Las palomas y flores que llenan sus muros, y el blanco donde reposan todos ellos motivos de mis diseños pictóricos.
Así al protocolo de la develación de la placa, los discursos de tradición, los vivas de los asistentes, el sol quemando nuestra frente, y los brindis con productos que regala la tierra a los pobladores, continuamos con las fotos, los abrazos, y los regalos de los antioqueños para mí, como prueba de su agradecimiento y su desmedido cariño a un artista que cambio la historia de su pueblo para siempre…sin querer queriendo…
Me hubiera gustado quedarme en Antioquía para gozar dramáticamente de su noches frías y calentar mi cuerpo con al abrazo fraterno de esa tarde. Fueron tantos, que me conmoví, como fueron muchos los que con sus brazos me obsequiaron manzanas, paltas, mermeladas, jugos, vinagres, machacado de membrillo y todo aquello que produce la mama pacha para mí que soy una criatura salida de la fantasía de mis cuadros, tanto como la naturaleza que guarda los marcos de los mismos.
Ahora ya puedo inaugurar mi propia Antioquía en un corazón que se siente enérgico para seguir creando. Ahora puedo visionar un futuro rigurosamente triunfante. Puedo movilizar otros pueblos que tomando mis diseños siguen clonando mi talento en el Perú. No hay problema en entender que los peruanos somos imitación de lo bueno de los otros peruanos, y mistificar mi trabajo en cada muro de otras poblaciones, me agrada a pesar de que la autoría no está presente.
Me sugestiona pensar qué otras andanzas y secretos tienen bajo la manga los antioqueños para este artista. Siempre son una sorpresa. Siempre están en la fotografía digital de mis recuerdos. Me impresionan tanto como para inventar desde ayer la frase: “sonría que estás en Antioquía” y es que es un lugar en el mapa todavía trazado con fatiga, pero con un paisaje que te transporta en dos horas de la húmeda y caótica Lima, a la alegre y primaveral Antioquía.
Ahora mi criterio se ha disciplinado para agradecer a cada uno de los turistas que llegan a este pueblo, para los pobladores que asumen con valentía la defensa de mis diseños y para la tierra que responsablemente alimenta mistificadoramente a cada uno de los antioqueños….por los siglos de los siglos….Gracias por regalarme toda la energía de un pueblo: Antioquía.
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