A
PESAR DE TODO
(EB-4
setiembre 2013)
Los artistas e intelectuales
vivimos de nuestro trabajo. Dictamos clase, pintamos, escribimos, damos
seminarios y conferencias, nos entregamos a hacer de nuestro talento lo que
cualquiera haría con su energía física.
El trabajo es lo más sagrado
de las actividades humanas. Todos trabajamos para recibir una remuneración.
Dicen que todo trabajo dignifica al hombre. Algunos hacen trabajos físicos,
otros trabajos intelectuales. Los artistas somos trabajadores intelectuales y
manuales.
A esta altura de mi vida,
siempre he realizado un trabajo a cambio de honorarios, sino cuán cruel sería
llegar a mayor, sin solvencia económica para seguir viviendo. Siempre he sido
el hombre que quieren, por la exactitud de mis emociones y la ausencia de
fortuna económica.
El dinero no es lo más importante de mi vida, pero sí ayuda
mucho cuando las necesidades lo claman.
Algunos “amigos” entre los
que de pena encuentro exalumnos, se creen con el derecho de pedirme realizar un
trabajo a cambio de nada. Y eso es una falta de respeto de la mayor ingratitud.
Yo no hago actividades para un simple “gracias” y eso no quiere decir que me
encuentre en el grupo de los “materializados” según dicen.
Hace un buen tiempo un
“amigo” me pidió que escribiera un artículo sobre “Antioquía” el pueblo pintado
de la Cuenca Media del Río Lurín en Lima-Perú. Recuerdo que sería publicado en
una revista de un servicio de medicina en clínicas. Viaje al pueblo, tomé
algunas fotos, escribí el artículo y la persona “amiga” nunca más apareció.
Recientemente, tuvo la
desfachatez de tildarme de tacaño y materializado porqué le pregunté a
propósito que me pedía el mismo favor, cuánto valía mis servicios para la
empresa que quiere hacerse publicidad
sin reconocer honorarios a quienes escribimos para ella.
En otro momento un “amigo”
vino a hablarme de un proyecto de protección a animales del océano. Me habló de
una ONG donde él está trabajando con un grupo de jóvenes de manera “gratuita”.
Su entusiasmo desbordaba las palabras y sus sueños se contagiaron con los míos.
Quería que intervengan los niños de un colegio donde trabajo como docente de
arte, que moviera la sensibilidad de los padres de familia para colaborar, y
que finalmente le hiciera los diseños de toda la folletería, videos y catálogos
del sueño. Creyendo en él “amigo” trabajé con mis asistentes la idea para
presentarla lo más antes posible y tener su aprobación para concluirla, pero
todo se desbarató cuando le pregunté cuál sería el pago para quienes al igual
que yo participaríamos en el evento. Hasta el día de hoy no lo he visto por mi
taller, y aún no recibo una llamada telefónica.
Una importante cadena de
institutos de computación y diseño me pidió a través de otro exalumno y “amigo”
que con motivo del aniversario de la institución motivara a sus alumnos a
continuar con las carreras de diseño dictándoles una conferencia magistral
sobre los elementos que contribuyen a la formación de un profesional en esas
carreras. La historia tiene un final similar.
Y para terminar, otra amiga”
me pide le diseñe un logotipo para su agencia de viajes y turismo gourmet, y me
paga una parte que ella consideró eran mis honorarios. Grande fue la sorpresa
para ambos al no recibir la totalidad del pago que estaba pactado a través de
un segundo trabajo.
A estas alturas de mi vida,
no voy a estar peleando con la gente por dólares o soles más o menos. Tampoco
puedo ser presa de arrebatos que me hacen mal anímicamente, pero sí quisiera
que entiendan quienes me leen que todo trabajo tiene un precio y si no estamos
dispuestos a pagarlo, mal hacemos en solicitarlo.
Cuando anualmente debo
hacerme chequeos a mi salud, nadie me perdona en las clínicas el pago de sus
servicios. Cuando asisto a un supermercado nadie vende al crédito. Comprar un
artefacto o mueble, siempre significa desembolsar dinero. Pagar a las personas
que me ayudan en la computadora, el dibujo, la carpintería, los lienzos, las
fotografías, la imprenta, los enmarcados, los flyer,los brindis en las
exposiciones, etc. Siempre se cubre con dinero.
La realidad es la que no
queremos ver y aceptar. La gente cree que los artistas hacemos magia con
nuestro talento, y que tenemos una historia privada de nuestros ingresos como
que no existiera para colmo de males la SUNAT que anda vigilante detrás de cada
talentoso peruano creativo.
El relato que acabo de hacer
no me desvincula de quienes considerándose mis “amigos” y siendo mis exalumnos
creen actuar bien, al solicitarme un
servicio sin pago de honorarios. Eso es libertad de decisión propia.
Otro capítulo es, las obras
que libremente con mis donaciones de pinturas, o dinero ayudar a continuar la
empresa a instituciones de mi preferencia. Pero esa es una bonita y espontánea
historia a pesar de todo….
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