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domingo, 18 de agosto de 2013

EL TRAZO PERPETUO DE FERNANDO DE SZYSZLO






EL TRAZO PERPETUO DE FERNANDO DE SZYSZLO
 Principio del formulario
Por Eloy Jáuregui
Lima, julio 26 (ANDINA)




No recibe visitas. Tajantes, dos enfermeras de la Unidad de Cuidados Intermedios en el quinto piso de la clínica San Felipe impiden ver al maestro. Fernando de Szyszlo está muy delicado e incomunicado. Solo sus familiares más cercanos lo pueden consolar. "Está entubado", afirman. 


cumplir 88 años, el 5 de julio. Está afectado y sufrido, él que es tan vital. Hace unos meses lo visité en su casa de San Isidro y ya lo vi desmejorado. Y hablamos de la muerte sin solemnidad. Y Szyszlo recordaba a su hijo Lorenzo, quien falleció aterrizando en Arequipa y cómo esa pérdida comenzó a matar a su madre, la poeta Blanca Varela. Y me dijo que cuando él muera, sus cenizas las esparcirán en la playa de La Herradura. Que ahí pasó los mejores años de su vida. Con la familia, con los amigos, con el arte, con la música y con las muchachas, las más hermosas de Lima, en trajecitos y los veranos de ese bronceado de la eternidad.



Y cuando uno lo observa, Szyszlo de patillas gitanas y cabello cano, de andar ágil y memoria prodigiosa, cumple una rutina asombrosa e incansable. Desde buen tiempo, trabaja en su estudio del segundo piso de su casa. Y en esos días, solo trabaja con luz natural. Pero ya andaba enojado con él mismo. Que no podía subir a sus escaleras rodantes para trabajar en sus pinturas de gran formato.



Pero reflexionaba que era mejor porque así pasaba muchas horas solo, tratando de encontrar su forma de expresión entre trazos abstractos, bocetos y botes de pintura, siempre con un fondo de música clásica. ¿Y la vida, Szyszlo? Me mira y yo recuerdo su ficha: que es hijo del físico polaco Vitold de Szyszlo y de María Valdelomar, hermana de Abraham Valdelomar. Que estuvo casado con la poeta Blanca Varela. Que estudió en el Colegio de La Inmaculada. Y luego arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería. Que no terminó. Que en 1944 ingresó a la Escuela de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Que a  los 24 años viajó a Europa, donde estudió las obras de Rembrandt, Tiziano y Tintoretto. Dice también que hoy es el artista plástico más importante del Perú.



Es entrañable de Mario Vargas Llosa. Antes, de Octavio Paz, su mentor. Ambos premios Nobel. Curioso. Szyszlo es un militante perpetuo. Siempre está opinando de lo real más que de la realidad. Es un demócrata y sus análisis tienen fondo político. Hoy me hubiese gustado conversar con él para que ilustre con su lucidez de hombre de su tiempo en el Perú. Hoy me hubiese gustado irme de su casa porque el maestro tiene que trabajar. Él, que casi convulso, pinta todos los días y que esa rutina, desde joven, lo ayuda a tragarse la vida. Premiado por todos, reconocido en el mundo, contaba que lo más fascinante en toda su existencia es pararse frente al lienzo en blanco y parir una pintura. Entonces traza un plan, pero conforme avanza es un sueño que se le va escurriendo de sus pinceles y, en ese trance, sigue trabajando, que es el único talento que Dios le dio y no el de ser artista.



Esa bella muchacha

La muchacha era bella como el incendio de un atardecer. La muchacha acababa de cumplir los quince años y era hija de la escritora Serafina Quinteras. La bohemia limeña de su tiempo no le era ajena. A su edad, asistir a la peña Pancho Fierro de las hermanas Bustamante –Celia era la esposa de José María Arguedas– la obligaba al canto y a tocar guitarra. Y un año después ingresaría a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para estudiar letras –en la vieja casona del parque Universitario– y ahí fue admirada por los jóvenes poetas de lo que sería la brillante Generación del 50. Así se hizo amiga de Javier Sologuren y Jorge Eduardo Eielson. Cierto, y de un joven pintor que se escapaba de la los predios de la Universidad Católica de la plaza Francia para celebrar la vida. La muchacha se había enamorado y se llamaba Blanca Varela. El pintor era Fernando de Szyszlo y ahora estoy conversando con él. En 1947  se casaron de un arrebato, como un relámpago feliz, y viajaron, viajaron mucho y de tanta felicidad nacieron Vicente y Lorenzo. Szyszlo, tras su divorcio, se casaría con Liliana Yábar.



Y ahora me está contado que en 1946, con los jóvenes que luego serían la Generación del 50, ya frecuentaba la Peña Pancho Fierro. Entonces ahí estaban Eielson, Sebastián Salazar Bondy, Sologuren, Enrique Iturriaga y, claro, el maestro Emilio Adolfo Westphalen. Todos querían conocer más de Picasso, de Matisse. Pero estaban fascinados de pronto por el arte primitivo, obvio; ahí entraba también Vlaminck, Derain. ¿Y Arguedas? Que era un apasionado por los poemas, canciones y fiestas quechuas. Arguedas era del mismo año que Westphalen, ambos estuvieron presos por lo de la guerra civil española. Y de pronto aparecía César Moro. Y ese interés por lo precolombino peruano se fue trasladando al arte popular peruano, el arte actual del Perú indígena. Así, aquel descubrimiento y los efluvios del surrealismo, que venía por línea directa de André Breton, incendiaron a todo aquel grupo en un aprendizaje deslumbrante y colosal.



Su primera venta

En 1963, Szyszlo organiza una muestra en el recordado Instituto de Arte Contemporáneo (IAC), que llevaba el nombre de un poema quechua anónimo: Apu Inca Atawallpaman. Era ese tiempo en que Szyszlo trabajaba de todo. Y fue esa vez cuando vendió sus primeras pinturas. "Fueron trece cuadros y se vendieron seis. Ahí comencé en realidad no solo a vivir de la pintura, sino también a descubrir mi camino. Esa es la exposición más importante de mi vida. Luego vendría lo de Brighton Press, una editorial de California. Ellos me dijeron que escogiera un poeta peruano y cuatro de sus poemas para hacer una suerte de catálogo bilingüe que debía acompañar con cuatro aguafuertes mías. Yo escogí a Westphalen, por cierto. Lo llamamos entonces "Artificio para sobrevivir". Aquellos poemas y mis pinturas tenían cierto corte erótico. Hay una muchacha que en sueños se va transformando en una viola de gamba, el instrumento portugués y el poeta la toca entre sus piernas y apretándola. Éramos muy osados. Sí, y aquello producía cierto escozor en Lima".



Fue en París donde Szyszlo reflexiona y comienza a valorar el periodo precolombino de la cultura Chancay, al norte de Lima. Antes, el arte precolombino era ignorado. Szyszlo descubrió que era una etapa muy compleja, con un arte creado con técnicas muy elementales, su cerámica y sus tejidos.



Primitivos, ingenuos y poéticos. Y luego el gran proceso Wari y sus huacos sin ningún alarde técnico y las telas tan sofisticadísimas a la vez que luego le fueron influyendo tanto como la pintura de Rembrandt. Pero conoció a Rufino Tamayo y fue ilustrado en que el arte moderno se expresa en un lenguaje libre, vinculado a la raíz de uno, a su identidad. Y así surgió ese tejido pictórico de la amalgama entre el arte moderno y el arte precolombino. En el medio, las corrientes indigenista de José Sabogal. Entonces descubrió su estilo. Rotundo, inmarcesible.



Ahora está sentado en su poltrona y mueve la pierna izquierda. Y me dice que es complicado ser artista. Que aquí o en cualquier parte del mundo es como una maldición. Las cosas nos afectan un poco más. Es que tienes la piel un poco más delgada. Hoy me cuenta que, hay que decirlo, él puede vivir de su arte. Pero el resto no. Entonces, la mayoría de jóvenes opta por hacer cosas que están a la moda, que no tienen significado, que no tienen contenido. Aquello que las galerías quieren, lo que al final se vende. Y remata: "Ser poeta o músico en el Perú es una tragedia. Si bien para un pintor es un milagro vivir de su pintura, para un poeta es imposible vivir de su poesía". Y no le pregunté de la muerte, como está de moda hoy entre los periodistas. Pero Szyszlo me despidió esa tarde con otras tantas sentencias. Aquello de que  pintar lo ayudó a soportar una cosa tan insoportable y tan inaceptable como es la muerte de un hijo. En su serie Sol Negro, Szyszlo trabajó en pinturas dedicadas a su hijo muerto. Aquello es uno de sus trabajos más terribles y descarnados. El maestro ha vivido estos últimos años con la muerte ajena a su costado. Y yo sé que este hombre, que ahora está luchando por su vida en la clínica San Felipe, donde le han prohibido las visitas, ya no tiene futuro, solo presente.


 

domingo, 11 de agosto de 2013

HOY ES JUEVES







HOY ES JUEVES
(EB- 8 agosto 2013)



Me levanto tarde (9 de la mañana). Llega Carlitos Rivera mi Asistente en la computadora. Tengo encima mi chaqueta verde mal abotonada. Recuerdo que en otra vida pude haber vestido mejor. Después una ducha caliente y un buen tratamiento a los dientes, un franciscano desayuno y una breve información de las siempre desagradables noticias de nuestro país. Parece como que todos los demonios prevalecen en esta gran habitación de costa, sierra y selva, para intercambiar acontecimientos cotidianos de crímenes, violaciones, incendios, atropellados, puentes derribados y ómnibus resbalándose por las alturas de nuestros andinos corredores.


Vamos a la computadora y empezamos un ritual que me acompaña hace varios meses escribiendo unos libros de Educación Artística para el Ministerio de Educación del Perú. Es un concurso, nadie sabe si lo gana hasta que se lo anuncian. Yo espero ganar.


10 de la mañana y el frío no cesa, doy vueltas en el banco auxiliar y siento mi alma y mi cuerpo recortados en lo imposible de cualquier modificación por sentirme mejor. Es duro soportar el frío en estas semanas. Cada día es peor. Así busco la ocasión para comiendo un chocolate o tomando un café pueda alcanzar ese calor corporal que termina por desnudar hasta mi alma fría como un témpano.


Iniciamos nuestra tarea, ambos conversamos de lo ya escrito. Opinamos sobre los diseños, y buscamos información en biblioteca e internet para mejorando nuestros libros, podamos también ilustrar a nuestros alumnos peruanos.


Han transcurrido 5 horas de arduo trabajo y nos dirigimos a un restaurante chino a saborear una rica sopa wantan y un pollo en salsa de tamarindo. La piña es un buen maridaje con lo seco del pollo, y el tamarindo aparte del sabroso sabor dulce, permite que la aspereza del arroz chaufa resbale suavemente hasta nuestro angelical estómago.


Son las 4 de la tarde y estamos en una reunión en la editorial interesada en mi producto didáctico.artístico. Conversamos sobre las correcciones que hay que hacer, los colores que están lindos, los argumentos que son ideales y la belleza que adquiere un libro cuando para hacerlo se pone alma, corazón y vida. El corrector de estilo opina a favor, la asesora de publicaciones nos da sugerencias, los aderezos de una conversación pedagógica, deja un silencio para meditar sobre lo esbelto que puede ser un producto salido de mi cerebro y de mis manos…todavía.


Salimos del lugar, tomamos un taxi y regreso a casa a las 6 de la tarde. Entonces me dirijo a mi taller e inicio un periplo sobre cartulinas para crear las páginas que anuncian las unidades o lecciones de mis libros. Luego pinto sosteniendo con energía los pinceles en mis manos. Lavo y limpio cada cierto tiempo los mismos y finalmente los seco y los dejo reposando para otra sesión al siguiente día.


Ahora estoy en el comedor, consumo un apetitoso café con tostadas y mermelada de fresa, mientras miro nuevamente la televisión con las mismas noticias de ayer, de esta mañana y de esta noche.


Me duele terriblemente la espalda. El frío es más cruel aún en horas de la noche en mi amada Lima. Espero no se desate una lluvia torrencial, porque es destruiría media ciudad de adobe, caña y barro. Estoy y me siento como ensordecido de los suspiros que escucho cercanamente en mis palomas, esas que en mis cuadros sólo sonríen, observan, cantan y acurrucan a sus crías.


Así llegó las 10 de la noche. Una copa de aguardiente me caería bien, pero nunca lo he tomado. Hay un frío agresivo que me obliga a abrigarme con pijama de polar, medias de lana hasta las rodillas, bufanda de lana, y bata de algodón. Encima una sábana, una frazada doble de alpaca, un cubrecama de plumas, y un poncho de la mejor alpaca serrana. Sólo así puedo entregar mi sueño a los brazos de Morfeo. Sólo así puedo estar seguro que volveré a abrir los ojos para disfrutar otra mañana helada. Pero mañana al fin, que devolverá a mi cuerpo el calor de un mate o un café y regalará a mi vida el aromático olor del triunfo, del trabajo, del ser útil, de huir de la vejez, sacando siempre de mi bolsillo una moneda o un billete que calme mi sed, mi hambre y mis necesidades de todo ser humano pensante, inteligente y productivo….hasta el espejo de enfrente. Así sea.



sábado, 3 de agosto de 2013

SER POBRE POR ELECCIÓN







SER POBRE POR ELECCIÓN
(EB-27 junio 2013)






He escuchado y leído las cosas más increíbles que nos trae como “noticia”, la prensa internacional. Nada tan poco inteligente como lo dicho Frederick D. Mc Carthy   “distinguido miembro del Institute of Anthropology and Ethnography de Australia”, quien dice que la “gente siempre busca excusas para eludir responsabilidades”. Dicho de otra manera, que los pobres son pobres por elección y por pereza. Y que la pobreza es una  condición voluntaria. Su “tesis” es apoyada por otros estudiosos psicólogos, filósofos y sociólogos, No hay duda que abundan los estúpidos en todo el planeta. Quiere decir que no sólo son propiedad intelectual de los países tercermundistas, también los encontramos en las grandes potencias, etiquetados muchas veces con rimbombantes instituciones con nombres de lo más sofisticados.


Nadie quiere ser pobre por elección. Nadie quiere vivir la desgracia de ser un desposeído, soportar la dolorosa condición del abandono por simple capricho. Ser pobre es carecer de los elementales recuerdos de salubridad, electricidad, agua, vivienda y otras más. Ser pobre es ser menospreciado por todos, vivir ciego ante la civilización, ser dañado por el enemigo de la prosperidad permanente, ser un olvidado dentro de las clases sociales ocupando el último peldaño del triángulo social. Ser pobre es perderse de todo disfrute, de todo alcance y caminar ciego en una vida de privaciones, sacrificios y penurias cotidianas, permanentes y duraderas.


Ser pobre es ser usado por los políticos diabólicos para conseguir su voto a cambio de una bolsa de caramelos, un kilo de arroz o un polo malhecho. Ser pobre es ser abusado por abogados, policías, y habitar permanentemente en el mundillo de la indigencia, el sufrimiento y la sinrazón. Ser pobre es vivir colgado de su carente dignidad, y ser sombra de su silencio. Bajar la cabeza, estirar la mano, en una vida que no fluye, donde está hace mucho tiempo ausente la sonrisa. Ser pobre es andar de tumbo en tumbo, suplicando la mirada, borrando su propia historia, viendo pero no tocando, menos disfrutando.


Así estos “ilustres señores” de un país que derrocha energía monetaria y arquitectura de primer orden, se atreven a calificar a los que estamos fuera con el más desordenado análisis, pensamiento y conclusión.  Es que tienen que entender que la pobreza no es una condición voluntaria como dicen, sino es la sociedad, el país, el continente que sume a sus habitantes en el olvido, la desproporción, la muerte lenta, donde jamás existirá una última cena.


Sin duda nadie busca una excusa para ser pobre, nadie desea cargar con la vergüenza de ser pobre. Nadie quiere vivir el inicio del cuento de “Había una vez…”, si es que la melancolía los invade y el llanto brota de una careta castigada al olvido. Ser pobre no es una excusa, es una condición a la que castigan los potentados, los que conocen luna y conocen sol, de los que saben de un beso y no conocen murallas que cierren el paso.


No seré yo quien haga reflexionar a estos falsos profetas de la pobreza humana, o de los humanos. Será el tiempo quien castigue sus malos pensamientos, sobre todo cuando añaden que los pobres si no desean serlo “compren libros de superación” y “usen su lapto para informarse mejor”.